Cruce de los Comechingones
Travesía en Caballo

   

Con un buen cimarron en mano invitando a los dormilones, ya se escucha el balido de las majadas, el cotorreo de los loros... con bozal en mano saldrá la paisanada rumbo al corral a agarrar los mancarrones y ensillar, ya comienzan los silbidos, se acomodan los recados, se ajustan los aparejos y las reatas de los cargueros, se busca un mastil para la bandera a fin de salir rumbo a la plaza, que lindo, cuantos vecinos nos esperan, izamos la bandera, entonamos el Himno, nos despiden las autoridades.

    Salimos con tranco seguro y preciso, pero con algunos fletes algo nerviosos, nosotros tarareando alguna canción que se nos quedo pegada la noche anterior, mirando hacia la cumbre; encontramos algunos gauchos que bajan de las sierras arriando un par de burros cargueros, vienen hacer las compras, los saludamos cordialmente, nos creemos un poco parte de ellos, parte de la tradición.

    Llegamos a los primeros arroyos, algún árbol desplomado servirá de asiento mientras la bota de vino comienza a pasar entre la paisanada, se comienza a disfrutar del paisaje, entre los verdes manchones de los cerros comienzan a desfilar las ovejas, los perros ladran, un changuito corre detras de ellos, el duraznito de la loma, algunas nubes gordas asoman sobre los cerros, esperamos que pasen de largo, el viento parece acariciar el pajonal de oro, algunos jinetes se retrasan, se les desacomoda la carga, otros ajustan cincha, parece un ejercito de los de antes, ya notamos el cansancio, el sol pega con mas fuerza, es hora de tomarse un respiro, falta poco para llegar al puesto donde nos esperan con empanadas y unos dorados corderos

    Llegamos, desensillamos y dejamos el apero tendido a la sombra del sauce como para echarse un rato, ya transcurrieron 4 o 5 horas y parecen como si todos fuésemos de una misma familia, empiezan las primeras bromas, las cargadas de alguno que tuvo un tropezón, llega la carne, pan casero recién cortado, ensalada de repollo, algunas papas hervidas con aceite y sal, de reojo miramos el amplio patio bien regadito, corre la jarra de vino de mano en mano, no se le da descanso, luego se entonan algunas canciones para los dueños de casa y otros acomodan algunas herraduras algo flojas.

    Salimos rumbo a la Pampa de Horcos Molles, miramos hacia atrás y vemos que van quedando cerros, ríos y a lo lejos algún pueblo, la marcha a la tarde se hace más lenta, de pronto una vertiente salvadora donde los jinetes recambian el agua y mojan sus melenas, los pasos se hunden en la parte húmeda de los bañados, a lo lejos se ve un Rancho, un cerco de espinas para la majada, media docena de caballos que pastan en profundas hondonadas, un mojón entre los pajonales parece un humilde altar para las oraciones, y el dueño de casa más criollo que el poleo nos recibe con una sonrisa de humildad, ya sale la changada y nos ayudan a bañar los caballos, les damos agua y los largamos al potrero para que pasten algo, acomodamos el recao para la noche, esa noche nos va a servir de cama, metemos el poncho debajo del pellón.

    Salimos rumbo al arroyo nos lavamos y nuevamente arden ramas secas, la fogata ya está encendida, algo está chorriando en la parilla, la señora dueña de casa con manos inquietas es la que está asando, de pronto comienzan a brillar los facones a la luz de la luna, un pedazo de pan otro de carne y tratar de no irse lejos de la jarra de vino fresco, algunos preguntan a que hora saldremos, algunos refucilos a lo lejos, todos rien, conversan, piden un par de canciones para los dueños de casa, y el canto se adueña de la noche y del cielo, las palmas acompañan los compases, las estrellas parecen guiñarles un canto de esperanza, el candil se mantiene quieto, la luna grande parece vagar sola por entre los cerros, el porrón de ginebra que no se de donde sali6 anda de beso en beso, los changos arriman unos palos al fogón, algunos jinetes buscan varios cueritos de ovejas como para ablandar la cama, y comienzan a taparse con el poncho, que es símbolo a veces de una herencia; el viento frio trae una esperanza que al día siguiente se despeje, la fogata se va extinguiendo, nos pasamos un buen rato algunos amigos mirando el cielo, uno llga a creer que la vida que pasan en la sierra no es tan mala, el silencio es más grande que la noche.

    Al otro día, luego a ensillar y reatar nuevamente, antes de montar ajusto bien la cincha de la mula y me quedé un rato pensando, saludé y agradecí a los dueños de casa y enfilamos hacia el Cerro Blanco, a poco rato nos encontramos con un verde inmenso e intenso, esta es la Pampa de Horcos Molles, es el lomo plano de la montaña, no existen alambrados, la cruzamos galopando, gran cantidad de vacunos, ovejas, chanchos y caballos salvages, algunos bañados, vamos camino a la Cumbre, el viento se ha calmado, es mañana soleada, ¡que paisaje maravi.lloso!, el pasto parece un blando cesped resbaladizo, buscamos el sendero que nos llevará a la cuesta, la marcha de la mula es lenta pero heroica, busca el camino con menos piedra para ir más aliviada, alla está la senda, algunos gritan de alegria ... Viva la Patriaaa... !!! llegamos al filo de la cumbre, quedamos como petrificamos, dejamos los caballos con las riendas por el suelo y comenzamos a admirar tremenda belleza, es increible pero las nubes están mas bajas que nosotros, un condor aparece lejos sobre el gran valle trazando su vuelo como acariciando el viento, los campos se ven como pequeños cuadros, algunos techos rojizos de casas, unas líneas rectas y negras son las rutas, algunos claros como de arena en forma serpenteada, son los arroyos secos, un gran pueblerio muchos techos rojizos es Merlo se ve mas distante, se produce un gran silencio, nadie habla, es costumbre que cuando encontramos algo lindo frente nuestro mirar.

    Me doy vuelta y ahi estan nuestros los caballos pastan tranquilos, los cargueros se tiran al suelo para tratar de sacarse tremenda carga y peso de encima, sin decir nada vemos que el cantor y guitarrero comienza a desenfundar la madera, se sienta sobre una piedra y se inclina sobre su guitarra canta, su voz ronca creemos que llegará varias leguas abago, estamos a una altura de 2.200 a 2.400 metros s/nivel del mar, es la anunciada serenata desde los balcones naturales de las sierras cordobesas a nuestros hermanos puntanos es temprano pero comienza a rodar la bota de vino, sacamos un pedazo de mortadela, queso, pan y hacemos una picadita, los jinetes como no queriendo abandonar tremenda paz, lentamente la paisanada empieza ajustando cincha a la panza y comienza el descenso por la cuesta, ahora más angosta, apenas cabe un hombre, un caballo; de un lado la montaña del otro los peligrosos precipicios, aspero pedregal, la marcha ahora es muy lenta, se anda con mucho cuidado, algunos la primera parte la hacen a pie con el cabaUo de tiro, las grandes arboledas están muy abajo, lejos se ve Carpinteria, el agua baja con fuerza de la cumbre, parece brincar entre las piedras, los animales sueltos se demoran cuando encontramos un arroyo, hay que volverse a buscarlos, ahi otros aprovechan para seguir mirando el paisaje bello, miramos hacia arriba, es increible como bajamos, llegamos a zona de árboles, primeros unos pocos espinillos luego algunos molles, parece increible pero estamos llegando al final de la cuesta, el vino ya esta caliente, no hay arroyos cerca, el sol calienta mucho, corre una pequeña brisa.

    Cuando aparecen los primeros gauchos a recibirnos, que alegría, que emocion, pero no podemos detenernos porque se pararía todo y tendríamos problemas con los cargueros, un abrazo de a caballo y nos dicen que más adelante nos esperan en la sombra de algún algarrobo con algo fresco, son varios, algunos los conocemos de años anteriores otros son nuevos amigos, nos confundimos en abrazos, con mucha alegria esperamos a los que vienen retrasados y comenzamos los ultimos tramos hacia el pueblo, al paso los vecinos salen a ver que pasa, los perros ladran, los cascos de los caballos hacen gran burdel, ya no tenemos caballos sueltos, tratamos de organizar un desfile, adelante con la bandera y estandarte los Gauchos de Carpinteria, luego los amigos de Los Molles, después nosotros con nuestra bandera y aL final cierran Los Gauchos de Merlo , por fin estamos llegando a la Plaza, un pasacalle nos da la bienvenida, frente a la Municipalidad la Sra. Intendente nos saluda con un grupo de vecinos, la gente nos aplaude, nos llenamos de emoción y nos preguntamos que hicimos para tanto homenaje, nos sentimos orgullos de llevar pilchas gauchas, quisiéramos poder usarlas todos los dias, quisieramos que nos vieran nuestras familias, nuestros amigos, pero estamos solo este grupo de jinetes que año tras año visita estas benditas tierras puntanas, albergue fratemo de visitantes, tratando tambien de brindar el merecido homenaje al GAUCHO ARGENTINO, ese ser franco, libre e independiente, hijo de nadie, ese gaucho de corazón abierto al desinterés al ensueño, ese gaucho que ama al caballo y a esta tierra."

Cruce de Los Comechingones

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