Expedición al Macizo Vinson
4.897 mts. - Cumbre de Antartida - Diciembre 2007 |
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"Este continente puede ser considerado como la obra de arte más sublime de la naturaleza. Aquí hay una puerta entreabierta a través de la cual podemos apartarnos por corto tiempo de nuestro pequeño mundo, para entrar en el silencio y la armonía del cosmos. El mayor valor de Antártica es un intangible y ciertamente inexpresable valor espiritual. La inmensidad, la transparencia, la blancura, el silencio, la pureza, la elevación por sobre las pequeñeces y ambiciones de los hombres y de las naciones, se combinan para formar un majestuoso símbolo de lo que el hombre debería desear por sobre todo: paz en la tierra. Antártica es un sermón esculpido en hielo."
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Leo McLean
Cumbres: Aconcagua, Lanín, Tronador y Domuyo (Argentina). Kilimanjaro (Tanzania). Elbrus (Rusia). Cotopaxi y Cayambe (Ecuador). Vinson (Antártida) |
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Son las seis menos diez de la mañana de nuestro quinto día en Punta
Arenas, aun en nuestras camas, despiertos, a solo ojo, esperando por
fin escuchar el golpe en la puerta… la voz de Phil…. Lets go, lets go, right now… señal de que la Antártica,
ese otro mundo, nos abriera una pequeña ventana y así dejarnos
entrar. Pero no. Pasaron otros quince minutos y no hubo tal
llamado… No, aun no es el momento. No contamos con su natural visa… No,
todavía la Antártida considera que no nos encontramos preparados para
abrirnos su interior.
Como todos
estos días hemos venido aguardando el llamado desde la oficina local de
ALE (Antártica Logistic & Expedition), única empresa privada
autorizada a operar en este sector del continente, brindando transporte
y apoyo a científicos, exploradores y expedicionarios. Ahora debemos
aguardar el llamado de las diez de la mañana, el de las seis de la
tarde y el de las diez de la noche… Así sucesivamente, siempre con la
misma carga de tensión. Como si necesitáramos una previa purificación.
¿Será el momento? ¿Podremos viajar? Las condiciones climáticas, el
viento y la visibilidad serán las adecuadas… Allí en el lobby de
nuestro Hotel, Diego de Almagro, aguardar el pulgar para arriba de Phil Ershler, jefe de la expedición, un amigo, una gran persona, una de las grandes leyendas del montañismo.
Entre llamada y llamada a caminar, recorrer la pintoresca ciudad de
Punta Arenas, conocer un poco más de su historia, de interesantísimos
descubrimientos y exploraciones, viajes tremendos, grandes y valientes
marinos que consiguieron abrir los caminos de la unión de los grandes
océanos.
Esa mañana a la vuelta de mi recorrido veo una descomunal e intensa
actividad en el hotel. ¿Qué pasará, por que tanto alboroto? ¿Por que
tantas cámaras, tantos periodistas? ¿Quién es esta gente con aspecto de
tremendo desamparo, vistiendo como a ropa prestada, mal calzados,
despeinados, desalineados? Se les nota en sus rostros una alta carga de
tensión y emoción. Hablan todos a la vez, sonríen pero parecieran
llorar también… Perdón, ¿Qué es todo esto?... ¡Qué milagro!, cuanto se
va a escribir alrededor del Naufragio del buque
Explorer.
Pasamos nuestro quinto, sexto y séptimo día de espera en medio de estos náufragos,
sus relatos, sus emociones, sus mutuos abrazos, sus despedidas y nosotros en una paciente espera.
Mientras los llamados seguían. Eran cada vez más optimistas: El viento está bajando,
sigue bajando, Ahora es la visibilidad la no adecuada.
Ya con el último llamado hay una alarma, estamos más expectantes,
parece que mañana es el día. Ahora a dormir esperar el toc-toc de las
seis.
Duermo tranquilo, muy bien, el aire fresco y seco de extremos
sur de nuestro continente me deja descansar y seguir llenando todas las
pilas que necesitaré para la expedición. Me despierto, son las nueve.
Voy a desayunar y pregunto: ¿No es que hoy era el día???. Si, no, pero
no… El viento no puede ser el mejor,
pero seguimos con baja visibilidad. Y como la canción, me gustaría pedir: Viento
dile a la lluvia (mejor a las nubes) que quiero volar y volar hace más
de una semana que estoy en mi nido sin poder volar. Pero habrá que esperar. Será la Antártida y solo ella quien nos dirá cuando.
Cada vez más adrenalina… Los llamados son cada dos horas… Nos da poco
tiempo para salir a descargar esta gran tensión… Paso el día, a dormir,
próximo llamado a las seis… Será entonces mañana…
Ya hay luz, ¿a ver la hora?... cerca de las siete y media…
Qué bronca, seguimos aun sin poder partir. Bueno por algo será, sin dudas esta espera me ha venido bien,
he tenido tiempo para conversar conmigo, conocerme un poco más.
Ahora una buena ducha y a desayunar… ¿Qué es ese ruido? ¿Es el toc-toc?
Salgo del agua, me envuelvo en la toalla y abro la puerta del cuarto…
¿Qué pasa che?… SIIII, es Phil… Let go, let go, right now… They`re going to pick up us at nine… Se prenden las turbinas, se acelera el corazón, todo mi cuerpo siente la carga de tensión.
Llegó el momento del Rock & Roll… Terminemos el baño, el último, no se en cuantos días.
Ahora a volar.
Equiparse para partir es fácil, viajaremos con lo que será la base para
toda nuestra estadía en el hielo: dos camisetas finas, una gruesa de
expedición, el chaleco de pluma, la campera de gore y la de pluma en la
mano. Abajo, similar un interior fino y otro grueso de expedición,
arriba el pantalón de Gore, medias, una fina para mantener los pies
secos y otra bien gruesa y abrigada. Todo esto de materiales sintéticos
y bien livianos. Las botas que uso son las triples (Manaslu de Asolo).
Por supuesto gorros con cobertura de orejas, buff, cuello de polar y
muchos guantes. El resto del equipo va en las mochilas que ya las
habíamos entregado el primer día, al llegar. Puntualmente la gente de
ALE nos pasó a buscar, el recorrido al aeropuerto es rápido y llegamos
en menos de media hora. Hicimos migraciones. Salíamos de un país, de la
civilización, de Chile. No hubo preguntas hacia donde íbamos. Partíamos
a otro mundo, donde nadie nos controlaría el pasaporte, donde no existe
la autoridad, allí todo lo rige la naturaleza. Otro mundo, un mundo de
hielo, un mundo formado por el helado aliento de Dios.
Nuestra primera escala será la Base Patriot Hills, cuyas coordenadas
son 80º 18´S - 81º 22´O, en el extremo sur de los Montes Ellsworth, a
más de 1.500 kilómetros al sur de las bases argentinas de la península
Antártica.
Que fuerte impresión me dio ver por primera vez el avión que nos
llevará, el Ilyushin-76, de origen ruso, diseñado especialmente para el
transporte de tropas y armamentos por la helada Siberia. Un gran
coloso, como el de Rodas, tremenda fortaleza aérea, con sus 20 enormes
ruedas y sus cuatro turbinas alcanza un peso mayor a las 170 toneladas.
Con razón debe contar con condiciones muy favorables para aterrizar en
el hielo, y esto se da solo en pocos días de la temporada.
Partimos de Punta Arena cerca del mediodía, la distancia que nos separa
de Patriot Hills es cercana a los 3.500 kilómetros, derecho al sur. Las
poderosas turbinas de nuestro avión hacen que esta distancia la
recorramos en tan solo cuatro horas y media.
En el Ilyushin-76 vamos sentados contra los laterales del
avión. Antes del despegue nos pasan taponcitos para los oídos, ya que
el ruido adentro supone ser infernal.
Viajamos unas 25 personas, miembros de las cuatro expediciones que
encararían el primer ascenso del año al Vinson. La nuestra, “la
americana”, de diez personas, otra danesa de cuatro, una compuesta por
franceses y vascos de seis, y la neocelandesa de tres integrantes.
Todos sumamente expectantes, pasamos el viaje entrecruzando miradas,
sabiendo que en los próximos días nuestros destinos iban a estar muy
cercanos.
Despegamos!!! Chau América, adiós a nuestro conocido mundo. A volar y
volar… Y, como no debe fallar, ya a la altura de vuelo crucero los
guías de las cuatro expediciones montaron una mesita, y se pusieron a
preparar y pasar unos sándwiches, galletitas, snacks y bebidas. Todo un
servicio personalizado a bordo.
Sin darnos mayor cuenta
el viaje fue pasando. Al cabo de un rato sentimos la desaceleración de
las turbinas, el Ilyushin comenzó a bajar, a encarar la natural pista
de hielo de Patriot Hills. Aprovechamos este tiempito para
reequiparnos, ajustarnos las botas, colocarnos la campera de pluma, los
guantes y gorros. No era para menos, en breves instantes tendremos uno
de los choques más fuertes de cualquier humano: penetrar por la ventana
entreabierta que nos transporta al helado mundo de la Antártida.
A eso de las 5 de la tarde, en una tarde medio
nublada y ventosa con una temperatura que rondaba los 20 grados bajo
cero, con tremenda emoción y gran precaución puse los pies en el
resbaladizo hielo de este maravilloso continente.
Inmediatamente recorrimos el kilómetro y medio que separan la pista de
aterrizaje de la base. Ahora deberemos esperar el momento para que uno
de los dos aviones Twin Otter nos pueda llevar al Base Camp del Vinson,
justo al pie del enorme macizo.
En la espera aprovechamos para comer un buen guiso caliente en la carpa
comedor, por unos días la última gran comida. El personal de la base es
sumamente amable, se respiraba en su ambiente un espíritu muy fuerte de
servicio y camaradería, característicos en estos lugares tan inhóspitos.
La Base Patriot Hills está abierta tan solo entre
los meses de Noviembre a fin de Enero. Estratégicamente ubicada para
dar soporte logístico a misiones científicas, exploradores y
expediciones tanto a las que se realizan en la cordillera Ellsworth
como a aquellas personas que desean ir al polo sur. Está compuesta
por una serie de carpas: comedor, dos de estar para los que se
encuentran aguardando ser transportados, una serie de baños, la cede
meteorológica y varias que son utilizadas por las pérsonas que trabajan
allí.
Sus capitales son privados, hoy es operada por los miembros de la
empresa ALE (Antartic Logisdtic & Expedition), quienes a desde el
año 2004 se hicieron cargo de la operación que desde 1985 llevaba a
cabo pioneros en esta actividad bajo la empresa ANI (Adventure Network
Internacional), creada por el legendario Giles Kershaw.
La espera no fue larga, a eso de las 9 de la tarde
nos subimos al Twin Otter (avión con patines, diseñado para aterrizar
en heladas laderas de las montañas árticas) y comenzamos a recorrer uno
de los caminos más bellos que haya realizado en mi vida... de Sur a
Norte un trayecto de cerca de 200 kms por sobre los Montes
Ellsworth….miles de picos emergidos de un mar de nieve y hielo, aristas
oscuras, filosas, talladas durante millones de años por terribles
vientos helados…. El horizonte todo un inmenso
blanco, resplandor, no se distingue si es colchón de nubes, mar de
hielo o una infinita sabana de harinas y azucares impalpables…. A un
lado y otro, por las heladas ventanillas del avión asomábamos nuestras
miradas para encontrar una y otra vez un paisaje que tan solo Julio
Verne en su magna imaginación pudo narrar.
Llegamos en solo una hora al Base Camp situado a los 2.000 metros sobre
el glaciar Branscomb al pie del Macizo Vinson. Allí funciona una
precaria base que mantiene continuo contacto con Patriot Hills y toda
expedición a esta montaña debe al menos dos veces por día establecer
contacto e informar su situación y posición.
Nuestro plan es realizar la ascensión por la cara norte, para ello
deberemos armar dos campamentos, el intermedio (Camp 1) a los 3.000 mts
y el de altura a los 4.000 mts. En cada una de estas etapas hay que
hacer una primer ascensión porteando la carga de comida, combustible y
equipamiento, volver al campamento desde donde se partió, descansar -
procurar dormir unas horas para luego desarmar el campamento y mudarse
con todo el resto del equipo – carpas incluidas - para armar el
siguiente campamento. Previo a la mudanza al campamento de altura
pensamos contar con un día de descanso. El ataque a la cumbre se
realiza en una larga jornada desde el campamento de altura y se regresa
a este mismo.
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Si las condiciones del tiempo lo permite la idea es
estar 8 días en el hielo, de acuerdo al siguiente cronograma:
1º día - Arribo y armado del campamento base.
2º día - Porteo al Camp 1 y vuelta al campamento base (29 kms ida y vuelta).
3º día - Mudanza al Camp 1 y armado de campamento.
4º día – Porteo al Camp II (campamento de altura) y vuelta al Camp 1 (11 kms ida y vuelta).
5º día – Descanso.
6º día – Mudanza al Camp II y armado de campamento.
7º día – Cumbre y vuelta al Camp II (19 kms ida y vuelta).
8º día – Desarmar el campamento, bajar al Camp 1, reequipar y llegar al Vinson
Base Camp, donde deberemos esperar a que nos busquen desde Patriot Hill.
Seguimos en nuestro primer día. Ahora manos a la
obra, con una temperatura cercana a los 20 grados bajo cero, no hay que
perder tiempo y rápidamente nos pusimos a armar el campamento.
Por esta época del año en la Antártida solo hay un amanecer y
solo un anochecer. Nos encontramos con luz, pareciera una eterna luz,
muy fuerte, un cielo azul intenso, de tonos oscuros por momentos, el
sol gira durante todo el día en un recorrido elíptico. Solo en breves
períodos del día el sol en su recorrido es tapado por los altos picos a
nuestro alrededor, y es en estos momentos de sombras donde se generan
unas temperaturas muy bajas. El aire es helado, extremadamente frío,
esto lo hace denso y pesado, tan solo por su gravedad comienza a bajar
cuesta abajo y recorrer las serpenteantes laderas tapizadas de
glaciares. !Qué frío que hace¡. En estos momento hay que estar bien
metidos en las carpas tapados con todo lo que podamos contar, y
procurar descansar.
Lo primero que debemos hacer en el armado del campamento es una buena
base a no menos de 60/70 centímetros bajo el nivel de la superficie,
cavando en la nieve y hielo para que este helado viento nos pase por
arriba y no se nos meta dentro de nuestras pequeñas carpas.
Cuanto trabajo agarrar el hielo con las manos y colocarlo en el borde
de la base, para generar una pared de contención. Nos lleva un buen
rato todo este preparativo. Qué trabajo!!! Hay que darse prisa en este
lugar, a las dos de la mañana comienza la sombra. Todavía tenemos que
preparar la zona de cocina, cocinar y comer. Estoy muy candado, no será
mucho por hoy?.
Son
cerca de las doce de la noche, el sol esta bien por encima nuestro, un
día largo. Es nuestro primer día, estamos solos en este nuevo mundo,
totalmente aislados, a más de 3.500 km. de Ushuaia, a más de 1.500 km
al sur de las bases argentinas. Pensar que hace pocas horas estábamos
desayunando en el confortable comedor del hotel de Punta Arenas…. Qué
cambio!, qué contraste de vida!, de mundos!.
Otro tanto es el armado de la carpa para cocinar.
Hay que hacer un pozo circular de un metro de profundidad y un radio
similar. Un parante regulable mantiene una lona en forma trapezoidal,
que dependiendo del viento eleva más o menos esta pequeña carpa. Si es
necesario se baja todo el levante del parante y se cocina en este pozo
dentro del hielo. Faena cumplida!!!. Me han quedado los dedos de las
manos congelados y no consigo ponerlos en calor. Tan solo el calor del
tazoncito con una hirviente sopa consigue ponerme nuevamente a
temperatura. De paso recuperamos líquidos y sales. Como siempre en la
montaña, sobretodo en estas, de extrema sequedad hay que consumir mucho
líquido. Es usual caer en la deshidratación y esto es peligroso. Como
así procurar mantener altas las energías, en estas extenuantes jornadas
el consumo de calorías rondará entre las 10/15 mil por día, no solo por
el intenso trabajo de los porteos y ascensiones, sino también por el
continuo trabajo de nuestros cuerpos por mantener la temperatura
corporal.
Ya comienza el sol a ocultarse detrás del Vinson.
Luego de la sopita y un suculento guiso, a la cucha, a procurar
descansar que mañana será otro largo día. Nos quedamos dentro de
las carpas hasta pasadas las nueve de la mañana, hora en que el sol
vuelve a aparecer por detrás del Vinson y sus rayos comienzan a
calentar nuevamente. Durante esa noche en el Base Camp por suerte no
sentimos demasiado frío y pude dormir bastante bien. Luego de un
potente desayuno a base de chocolate caliente, cereales y un buen
sándwich de panceta frita, equipamos y comenzamos el porteo al Camp I.
Hoy debemos llevar combustible, comida y todo el equipamiento que
necesitaremos en altura. Un interesante peso que distribuimos en las
mochilas y en los pequeños trineos, estos van sujetos al cinturón de
las mochilas con un cordín de unos dos metros de manera de poder
llevarlos arrastrando detrás nuestro.
El recorrido al Camp I se realiza mediante la
ascensión del glaciar Branscomb, una ganancia de altura de 1.000 mts. y
una distancia cercana a los catorce kilómetros y medio. La pendiente,
salvo en pequeñas partes, es suave y el terreno firme y regular. Esto
nos permitió avanzar sin la necesidad de calzarnos los grampones. De
ahora en más iremos siempre encordados, uno nunca sabe donde están las
ocultas grietas y cuan resistentes son los puentes de hielo por los que
las atravesaremos. Como somos 10 decidimos armar dos cordadas de tres y
una de cuatro. Phil iría con el grupo que cuenta con menor experiencia,
Michel Hamill, el segundo en la expedición, se haría cargo de Kuo, un
taiwanes con relativa poca experiencia también, por mi parte formamos
un trío con otros dos experimentados en este tipo de ascensiones. Nos
llevó cerca de seis horas recorrer este imponente trayecto. A cada paso
nos acercábamos más y más a la terrible vertical del Vinson, a la cual
debemos darle un buen rodeo siguiendo el encantado camino de este
glaciar. Fuimos ascendiendo despacio, arrastrar los trineos es un
trabajo metódico, es importante mantener el ritmo para evitar el
esfuerzo del tirón del arranque. En esta marcha sentimos mucho el
calor, el sol irradia muy fuerte, no obstante cada vez que parábamos a
descansar e hidratarnos la temperatura ambiente nos congela
instantáneamente, solo controlable al ponernos las camperas de pluma y
evitar perder el calor corporal.
El Camp I es un lugar maravilloso. Rodeado de
espectaculares picos, al frente se ve la pared del Monte Tyree, que con
sus 4.852 mts. es el segundo pico del continente. Más cerca, sesgado a
la derecha, vemos asomar la puntiaguda cumbre del Monte Shinn. Todo
sobre nuestra derecha las verticales laderas del Vinson tapizadas de
glaciares y cascadas de hielo. Un lugar único, mágico, estamos solos,
solos en este otro mundo, otra dimensión, no concebida para nosotros
los humanos. Percibimos que estamos solo de paso, por un pequeño
momento, un infinito momento para aprovechar y dar gracias a Dios.
Estuvimos tan solo unos minutos en Camp I, debíamos emprender
la vuelta, el trayecto del día es muy largo, aun quedaban los mismos
catorce kilómetros y medio. Ahora sin carga y cuesta abajo. Qué pocas
ganas de bajar, mañana hay que subir nuevamente y con más carga. Estas
grandes montañas generan un intenso trabajo físico y mental. Todos los
trayectos, salvo el último, el día de cumbre, se realizan al menos dos
veces tanto de ida como de vuelta. Muchos kilómetros, mucho desgaste,
muchas energías que recuperar. Y eso fue a lo que nos dedicamos ni bien
llegamos nuevamente al Base Camp.
Un nuevo día, mudarse al Camp I. Desarmar las
carpas, preparar el equipo personal, bolsa de dormir, los dos aislantes
que utilizamos de colchoneta, distribuir cacerolas, sartenes,
calentadores. Día a día todos estas tareas exigen que nos quitemos los
guantes, en mi caso y hasta el campamento de altura donde utilicé los
mitones, use tres capas de guantes, una finita, una media y un guante
abrigado de Gore-tex como aislante y cortaviento. Uno trabaja, no se da
cuenta, sigue pero rápidamente los dedos comienzan a ponerse más y más
duros, a tomar mucho frío, al punto de la rigidez y quedar blancos, sin
circulación. Qué dolor!. No es fácil recuperar su calor, debemos ayudar
que la sangre llegue a la punta de los dedos, para esto hacemos una y
otra vez el movimiento que se hace cuando queremos bajar la temperatura
de un termómetro, pero ahora no es el mercurio el que debe bajar, sino
la espesa sangre a nuestros pobres congelados dedos. Aun hoy, ya hace
un tiempo que he vuelto, escribo estas líneas sin contar con una
recuperación total de la sensibilidad en la yema de los pulgares,
índices y mayores. Basta de quejarse, no estoy de vacaciones en la
playa, ni en el trópico. Esto es la Antártida, y recién es nuestro
tercer día, donde debemos mudarnos al siguiente campamento. Recorrer
nuevamente con una pesada carga estos kilómetros que ayer conocimos
bien.
Hoy el trayecto lo hicimos bastante más rápido,
notamos que poco a poco comenzamos a aclimatar, tanto a la altura como
al aire extremadamente seco que hay. Marchamos ágiles, se percibe, se
respira un ambiente de gran actitud en el team, algo muy conveniente en
estos momentos de gran solitud, donde cada uno de nosotros no hace más
que ir y venir, investigar y cuestionar, juzgar y perdonar, aceptar y
agradecer. Vamos y venimos por cada uno de los rincones de nuestras
vidas, nuestros afectos y nuestra familia. Como me hubiese gustado
poder haber hecho esto… haber pedido ese perdón… dado ese
agradecimiento… porque tuvo que haber pasado eso de allá… No, realmente
no… perdón… gracias… Que importante ahora, en esta contemplación, poder
contar con el ánimo y apoyo de mis compañeros. Nuevamente palas en mano
nos dispusimos al armado del campamento. Debemos hacer una buena y
profunda base. Aquí pasaremos las próximas tres sombras. No me animo a
nombrar la palabra noche, porque realmente no las hay. Estamos ya a
3.000 mts de altura, la temperatura puede bajar mucho, no es de
extrañar que en estas próximas sombras ronde los 40 grados bajo cero.
El sol sigue muy alto, son cerca de las dos de la
mañana y nos disponemos a preparar la comida. Así como en el Base Camp
la sombra se instalaba a las dos de la mañana, en este campamento
recién a las cuatro el sol comienza a ser tapado por las paredes
verticales del Vinson y volverá a darnos su calor a eso de las once y
media… De lo que en nuestro mundo es la mañana. No es fácil conciliar
el sueño con tanta luz, por más que quiera e intente taparlos, siento
el efecto de la fuerza del sol. Las noches en el Camp I fueron
bastantes frías pero tranquilas, sin fuertes vientos, las temperaturas
exteriores rondaron los 40/45 grados bajo cero, en el interior de las
carpas había una diferencia de unos veinte grados, pero bien arropados
dentro de nuestras bolsas de dormir pudimos descansar suficientemente
bien.
Cuarto día en el hielo, otro día de fuerte trabajo,
debemos hacer el porteo al Camp II ubicado en la cota de los 4.000 mts.
en el Goodge Col al pie del Monte Shinn. El recorrido es de solo cinco
kilómetros y medio, sobre el final tendremos que atravesar una
interesante pared de 400 metros de desnivel. Por este motivo no
podremos utilizar los trineos y toda la carga estará en las mochilas
sobre nuestras espaldas. Va a ser un duro trabajo, un trabajo ya en
altura, muy bueno para nuestro período de aclimatación, trabajar en
altura y luego bajar nuevamente para descansar. Manos a la obra,
continuamos ascendiendo el glaciar, seguimos bordeando las laderas del
Vinson, vemos que será tan solo un pequeño trecho, luego debemos girar
noventa grados para enfrentar el siguiente tramo. ¿Como será?. Seguimos, la marcha es más pesada, la pendiente también lo es, pero nuestra intriga y preocupación es otra. ¿Cómo será la tan temible pared?.
Huauuu!!!… ¿Y eso como se sube?…
Es todo tan empinado!. Empezamos, un pie adelante, gramponeamos otro
escalón, y otro. Vamos avanzando muy despacio, la pendiente poco a poco
se hace más y más empinada. Cincuenta, cincuenta y cinco, sesenta
grados, pero lo peor se ve arriba, allí seguramente estará cerca de los
setenta… Es bastate y la carga es mucha también…. Llevamos más de una
hora y llegamos a este último tramo, Phil que va liderando las cordadas
va instalando seguros… "Clipped… GO…" A los gritos vamos avisando el avance de las
marchas, ahora aseguradas. El último tramo se hace atravesando un campo
de grietas, debemos ir atentos, con cuidado vamos pasando, a veces
saltando, los abiertos puentes de ellas. Impresionantes estos
tajos en el hielo, un infinito hacia abajo, como bocas abierta que
pretenden atraparnos, momentos de cierto cuidado y temor, solo
moderados por la belleza de las increíbles formas que toma el hielo y
los magníficos coloridos que podemos ver en el corto tiempo de un pasar.
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El
Team en Base Camp |
Rumbo
a Camp I |
Descanso
Rumbo a Camp I |
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Descanso
del Team |
Rumbo
al Camp I vista de la Cascada de Hielo |
Otro
Descanso Rumbo a Camp I |
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Mike
Ballami |
Vinson
Camp I |
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Camp
I - El Epperly |
Camp
I - El Epperly y el Shinn |
Vistas
desde el Camp I |
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Mike
Hamill en Cocina Camp I |
Phil
Ershler |
Equipando
en Campa I |
Por
arrancar en el Camp I |
Cordada
rumbo a Camp II |
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Vistas
rumbo a Camp II |
Descanso
rumbo a Camp II |
Camp
I día de Descanso |
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Estamos en el Camp II, nuestro campamento de altura,
siempre se llega cuando la montaña y el clima así lo permiten. Por
estar situado sobre el col entre los Montes Vinson y Shinn este
campamento tiene un continuo viento. Viento helado que nos obliga a
abrigarnos inmediatamente. A pesar que el sol esta bien alto la
temperatura es extremadamente baja. Ya se encuentran allí, armando su
campamento, la expedición formada por los vascos y franceses. Ellos
tienen intención de escalar estas dos cumbres. Por nuestra parte
dejamos el porteo y decidimos bajar inmediatamente y hacer el descanso
unos 200 mts. más abajo donde no hay tanto viento.
El camino de regreso fue muy placentero, los rayos
del sol pegaban fuerte, su resplandor generaba increíbles colores sobre
el quebrado hielo de las grietas, las rocas que a la mañana estaban en
sombras, ahora mostraban toda la agresividad sufrida por el eterno
pasaje de los glaciares sobre ellas. Volvíamos maravillados, envueltos
en esta grandeza. Uno a uno, los pasos, caían sobre las pisadas del
ascenso, así poco a poco vamos formando los escalones, los mismos que
utilizaremos dentro de dos días al regresar a nuestro campamento de
altura. Nos queda un día de descanso antes de de la movida final.
Estamos contentos, sentimos nuestros cuerpos con fuerzas, comenzando a
aclimatar, la próxima meta solo es descansar, recuperar energías. Y
esperar que el tiempo se mantenga tan límpido como ha venido siendo
hasta hoy. Pasamos estas dos sombras y el día de descanso metidos en
las carpas, charlando de nada mucho, nuestras vidas, nuestras familias,
historias y anécdotas. El intenso sol genera en nuestras carpas un
calorcito ideal para largas siestas. Momentos de reflexión interior.
Un nuevo
sol, son las once y media de la mañana, hay que moverse, desarmar
campamento, preparar el equipo, distribuir las cargas y raudos partir
al Camp II. Con la certeza que será la última trepada con peso
sobre nuestras espaldas iniciamos la marcha, el camino hoy lo
conocemos. Dejo volar mi cabeza, voy pensando, de a ratos rezando. Se
que deberemos enfrentar los 400 mts. de la pared de hielo, que
deberemos pasar por el crudo y frío viento del coll entre las dos
grandes cumbres, armar las carpas, procurar comer lo que podamos,
hidratarnos bien, estar al reparo aguardando el momento para el asalto
final, el último recorrido, el más difícil, pero por el cual hemos
venido esperando y trabajando desde hace un tiempo. La cumbre del
Macizo Vinson, la cumbre del continente blanco, el pico más alto de la
Antártica.
Cuantas sensaciones!!! Todas en este momento… Cuanta presión interior!!! Venimos acumulando mucha carga, muchos pensamientos, muchas
intenciones. Pero ahora estamos acá, caminando rumbo a la pared de
hielo, solo tengo que ir paso a paso, concentrado en mi cordada, sin
adelantarme para mantener la tensión necesaria para dar seguridad ante
cualquier inconveniente que la apertura inesperada de una grieta pueda
ocasionarnos. Pero sigo volando, conversando en mi interior, por
momentos pareciera que nos conocemos, por otros resulto serme un gran
desconocido. ¡Que locura esta, la de la montaña!, cuanto tiempo me
brinda para poder verme y procurar entenderme cada vez mas. Casi ni
cuenta me doy que estoy cerca del fin de la pared de hielo si no fuese
por el esfuerzo que ella me demanda. Vamos un escalón más, otro,
procura descansar la pierna derecha que parece muy fatigada, cambia el
paso, ahora el alemán. Sigo en la cordada, mantengo la distancia. Me
aseguro, una y otra vez. Ya está!!! terminó esta pesadilla, la próxima
vez que nos veamos será distinto, estaré cargado, muy cargado, pero
será solo para bajar, y eso significa volver, volver a bajar y volver
al hogar.
Entre tanta charla y discusión, mi cuerpo voló, voló
y llegamos al Camp II. Rápidamente comenzamos la ardua tarea de armar
el campamento. Palear nieve, hielo, hacer una buena base, acá si que el
frío y el viento se sienten. Otra vez congelarse los dedos, Todo
rápido, no contamos con mucho tiempo, las sombras avanzan temprano,
dada su ubicación en este campamento el sol se esconde antes de las
once de la noche y volverá a darnos vida cerca de las seis de la
mañana. Phil y Mike se encargan de la cocina, derretir nieve y preparar
una buena sopa, base de la comida del día. Palada, palada, palada…
A descansar un ratito… ¡Qué frío!, me pongo a caminar sobre los
pedacitos de hielo de la base que estamos preparando para dejar la
superficie lo más lisa posible. Palada, palada, palada… No podemos
parar… El frío es mortal.
Todo listo, desplegamos los termarest, las bolsas de dormir y
acomodamos nuestras cosas en las carpas. Rápido a tomar un par de
sopitas calientes y a descansar, a aguardar la sombra y con ello el
mayor de los fríos que jamás espero volver a pasar. Ya cuando nos
metimos en nuestras bolsas de dormir el panorama era distinto al de las
noches anteriores, dentro de la carpa y por sobre las telas del
interior comenzaba a formarse una espesa capa de hielo y nieve, fruto
de la condensación de la humedad que emanábamos al respirar. A medida
que pasaban las horas la temperatura exterior iba descendiendo
fuertemente, lo sentía cada vez más, no conseguía mantener el calor
corporal. Me refregaba los brazos, frotaba pie contra pie, sentía en mi
interior un continuo temblequeo. Me destapaba los ojos, todo era luz
dentro de nuestras carpas. Parecía un refrigerador, todo era hielo a
nuestro alrededor, el viento penetraba en las carpas y respirábamos un
aire congelado, cargado de ínfimas partículas heladas. "Ahí Dios acelera los tiempos por favor, que sean ya las 8 de la mañana hora prevista para comenzar a arrancar."
Y se hizo la hora… El momento final… El momento
inicial… Rápido, sin mayores demoras nos pusimos a encarar los
preparativos de este día de cumbre… Con todo el abrigo encima
comenzamos a preparar las mochilas, las cuerdas, grampones, arnés… Todo
en pequeñas etapas ya que debemos cubrirnos nuestros entumecidos dedos
con los gruesos mitones… Recuperar el calor y la movilidad y retornar…
Ya estamos listos, ahora un rápido desayuno, chocolate caliente con
cereales y a partir…
El día, aun muy frío, se encontraba totalmente
despejado. El inicio del camino es a través de una fuerte trepada en
busca del glaciar que nos llevará directamente al coll cumbrero, un
largo callejón de hielo con una pendiente suave y regular, en esta
etapa recorreríamos cerca de 6 kilómetros y tendríamos una ganancia de
600 metros, luego la arremetida final, los últimos 400 metros, serán
con una exigente pendiente. El recorrido total es cercano a los 9
kilómetros y medio. Mantuvimos las mismas tres cordadas de los días
anteriores, yo marchaba en la cola de la segunda, detrás mío, liderando
la tercera cordada venía Michael Hamill, caminábamos muy cerca uno del
otro, esto nos daba tiempo de conversar e intercambiar comentarios por
varios momentos, cosa que hizo agradable y llevadera la lerda marcha
que llevábamos debido a que el grupo que lideraba Phil no se encontraba
con las mejores de las fuerzas… Tomamos cerca de 6 horas para este
primer tramo, dos más de lo que supuestamente deberíamos emplear.
Ya estamos a un paso del coll cumbrero… Ahí No!!! Comienzan a aparecer por detrás del Vinson unas delgadas nubes, de a
poquito van tomando distintos matices de blancos y grises, cada vez más
intensos… No ahora no!!! Que no se arme una tormenta no es justo
después de tanto esfuerzo… Dios unos momentos más, tan solo en un par
de horitas podremos estar en la cumbre… El cielo siguió oscureciendo,
la visibilidad se redujo considerablemente, las nubes nos envolvieron
dentro de una extraña humedad. El paisaje se transformó en un mundo
blanco, no vemos suelo, no vemos horizonte, no vemos cielo… Todo lo que
vemos por nuestras oscuras antiparras son minúsculas partículas de
cristales de hielo flotando en el aire, que de tanto en tanto alguna de
es alcanzada por los rayos del invisible sol tomando maravillosos
colores que van de purísimos magentas a intensos turquesas. La
Antártida, un paraíso de hielo, el mundo formado por el helado aliento
de Dios.
A pesar del temor a que Phil
decidiera emprender la vuelta, continuamos la marcha, sin parar, la
temperatura a esta altura, cercana a los 4.600 mts., rondaba los 60
grados bajo cero. Seguía paso a paso iba concentrado en mover cada uno
de los músculos del cuerpo, sincronizar bien las piernas, mover
continuamente cada uno de los dedos de las manos y pies para ayudar a
que llegue suficiente sangre a ellos y no caer en peligros de
congelación. Por suerte no duro mucho estas malas condiciones, y así
como vinieron, así fueron desapareciendo las nubes, como nada hubiese
pasado nos encontramos con un intenso sol en la misma posición que lo
recordábamos. Días más tarde, ya Punta Arenas, con un trago de por
medio Phil me confesó que en ese momento estuvo a punto de dividir las
cordadas y enviar de vuelta a parte del equipo en compañía de Mike.
La última arremetida puede realizarse por dos vías,
una directa a la cumbre, para lo cual se requiere utilizar cuerdas
fijas dada su exigente pendiente, y la segunda es dando una trepada,
más larga, en forma envolvente para arribar a una falsa cumbre, la
cumbre del este, para luego pasar un delgado y peligroso filo de
gruesas rocas cubiertas por duros y resbaladizos hielos que la une con
la cumbre principal. Dado el estado de parte del team, y el excesivo
tiempo que veníamos tomando, Phil decidió emprender el ascenso por esta
segunda vía… Seguro nos llevará un poco más de tiempo, unas 3 horas
más, pero seguro también que si él lo planteó así será lo mejor para
todos. Comencé a sentir un fuerte cansancio, los primeros síntomas de
la altura, cada paso, cada metro que ganábamos generaban un gran
esfuerzo, y a pesar de encontrarnos muy cerca del objetivo, comenzaban
las dudas a invadirme, esto lo reconfortaba mirando arriba y ver que
con cada uno de ellos estaba cada vez más cerca del final… Luego
de un par de descansos llegamos a la “falsa cumbre”… Si que es
terrorífico este filo… Rocas, hielo, subir y bajar por un desfiladero
de un continúo amenazante precipicio de hielo… Vamos con mucha cautela,
fijamos un par de cuerdas para marchar asegurados, esto no da
confianza, pero a su vez retrasa la marcha…
Veo que Phil y su cordada ya están por llegar a un punto donde luego no
se ve más que un intensísimo azul oscuro…. La cumbre, por sobre ella
solo el cielo del fin del mundo… Sigo con cuidado… Ya estoy, los
últimos metros, los últimos escalones, paso a paso… Ya estoy… Me
encuentro con Phil… Un gran abrazo, una fuerte emoción…
El techo de este mundo, todo debajo nuestro, todo a
nuestro alrededor es luz, luz, luz, un intenso brillo a todos lados,
hacia el norte el encadenamiento de los principales picos de los Montes
Ellsworth, el Shinn, el Epperly el Tyree, el Gardiner, el Ryan… Al sur
el Fukushina Peak, el gran Macizo Craddock… Por el este otros grandes
picos, el Sublime, el Corbet, el Clinch… Allá, mas allá, todo un
inmenso resplandor… No acaba nunca… Una blanquísima meseta blanca… Un
gran horizonte… Todo luz, luz, luz…
Gracias Dios… Nuevamente me has ayudado en esta superación… Gracias Dios…
Por permitirme sentir que la Antártica es un sermón esculpido en hielo. |
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Rumbo
a Vinson Camp II |
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Vinson Camp II |
Preparación
para la Cumbre |
Rumbo
a la Cumbre |
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El
Vinson |
Tormenta
Rumbo a la Cumbre |
Vistas
Rumbo a la Cumbre |
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Paisaje
Antártico |
Últimos
pasos a la Cumbre del Vinson |
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Imágenes
del otro mundo |
Próximos
al Objetivo |
En
el Techo de la Antártida |
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Paisajes
que Conmueven |
Momento
Inolvidable |
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El
Team en la Cumbre |
Phil
Haciendo Agua |
Cordada
de Regreso |
Junto
a Mike en el Ilyushin |
Cena
a Bordo |
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