Una de Aventuras  
Relato de un ascenso con crecientes excepsionales
Por Mario Seguel  
 

Viernes 25 de enero 2008

    Desde Villa General Belgrano partimos hacia Villa Alpina (1250msnm) con una tenue llovizna y la esperanza de que el tiempo nos de la oportunidad para realizar el tan ansiado ascenso, allí el guía de alta montaña Miguel Coranti de Alto Rumbo, evaluaría la situación. Sin saberlo todavía, 21 caminantes compartiríamos una Champaquí distinto que indudablemente marcaría al grupo.

    Ya en el trayecto como para ir colocándole un poco de adrenalina a la mañana, de tanto en tanto la Combi, hábilmente manejada por……..se deslizaba suavemente de una banquina a otra., durante el trayecto la llovizna aflojó, pero el camino no dejó de ser una pequeña odisea, como prueba de ello algunos vehículos quedaron al costado del camino.

Primer Etapa

    Ya en la posada mientras Miguel realizaba la primera charla, comenzó a pronunciarse el aguacero, que sería como el telón de fondo de la mayor parte de esta, para nosotros una intensa historia.

    La mayoría de los caminantes arribaron de otras provincias, incluso para algunos era “su primera ves” en este tipo de excursión, en su rostro traían las ganas de subir, ganas de aventurarse.

- Cubriremos la primera etapa hasta el puesto de don Moisés López, las mulas partirán con las mochilas pesadas, serán unas dos horas y media de marcha. Estas son ocasiones donde la montaña y el tiempo nos ponen a prueba, en el puesto tomaremos la vianda de marcha, un buen te de Menta-Peperina, e iremos evaluando por etapa como va el grupo…

    Comenzamos el ascenso por el hermoso pinar.

- Miguel recomendó como cantando, lo que luego sería un clásico.- ¡Pasitos Coortos…!

    Disminuidos en la visión se potencian otros sentidos Los matices y olores resaltados a mil, con la cerrazón a ras de cortaderas, sorteando hilos de agua, en fila india encapuchados con 21 colores distintos, parecía un PINAR DE BRUJERIA.

    Al salir de él encaramos la cuesta de la mesilla, la lluvia continuaba sin darnos tregua, en el grupo se notaba la mejor disposición, avanzamos con una visibilidad de un kilómetro a la redonda así que de paisajes nada, Tranqueras y piedra. La vista atenta en donde pisas. En los cruces de arroyos las manos comenzaron a reconocerse.

    Serían como las tres de la tarde cuando la tormenta se disipó. La algarabía fue total. 

- ¡El puesto de Moisés! - ¡Llegamos!- ¡Que bueno!

    Encantador el vallecito, la iglesia y la morada recostada sobre la falda, sus paredes blancas contrastaban con las rocas rojizas y pardas y el verde intenso de los alrededores; una verdadera postal, invitación a la paz, el descanso.

    Y apuramos el paso, pasitos largos, faltaba el último cruce, el arroyo las petacas que estaba creciendo también, pero ya no importaba para entonces no existían zapatillas secas., Dos enormes cerdos y gallinas no vieron pasar apurados hacia la casa. 

¡Por fin bajo techo!

    Mientras Pablo reparte las viandas, el riquísimo té de menta-peperina, habla Miguel

- Muy bien el grupo, anduvimos con buen ritmo, ahora tendríamos que ganarle a la lluvia, nos quedan tres horas y media de marcha hasta el refugio el Rancho de Luna, donde nos esperan las mochilas con las ropas secas, comida caliente, duchas y el descanso necesario, y mañana si el tiempo lo permite el último tramo a la cima… en 20 minutos partimos.-

Segunda Etapa

    A la hora señalada con el cielo poco más o menos despejado serpenteamos hacia el socavón que ya traía un caudal considerable, entonces en el paso del nicho desviamos hacia la izquierda buscando el otro que está a un nivel más elevado. A partir de allí los sucesos fueron aconteciendo casi encadenados,

    La lluvia engañadora nos permitió cruzar el arroyo por un paso estrecho con una sola roca sobresaliendo, luego el agua cae en una cascadita. ¡Y se largó de nuevo el aguacero. ¡

- Apuremos el paso pues unos metros mas adelante el arroyo hace una herradura y hay que cruzarlo- indica Miguel.

    Pero no llegamos, en minutos el arroyo se transformó en río. Como cronometrados Miguel y Leo se dispersaron unos metros río arriba, se nota que conocen el lugar palmo a palmo, mientras el grupo quedaba a cargo de Pablo. Buscando un paso, incluso cruzaron nadando, para observar desde la orilla opuesta. Volvieron prontamente no dudaban un instante en tomar decisiones.

- ¡Volvemos al puesto, este es el límite!

    Regresamos prontamente sobre nuestros pasos, el agua ya cubría la roca. Nueva dispersión de los guías y nueva espera...

- ¡Por este lado… rodeen la roca…!

    Pasamos sin problemas. No fue una situación extrema pero si difícil.

- ¡Y lo juro, paró de llover!

    A partir de estas situaciones el grupo se abroquelo, solidario, cuidándonos unos a otros y la noche nos encontró comiendo el guiso más rico que hayamos probado, al menos eso nos pareció, preparado por Don Moisés y Doña Juana, seguro fue hecho con amor, apiadados de nosotros. Pollos mojados.

    Creo que también lo hizo el tiempo, ya que ha la mañana siguiente se abrió, cedió a la tenacidad, a la solidaridad.

Temprano partimos 
Los socavones alzados no pudieron
Con Don Moisés López
Con su mejor camisa dominguera y sus botas de goma
Parado sobre la roca, en el medio del socavón
Como la montaña
Sólido, seguro
Nos trasladó de orilla a orilla
Con su mano tendida, infundía seguridad y respeto.


    Y culminamos la segunda etapa en tres horas y media, secándonos al sol, entre risas y alegrías. Nos pareció que miles hilos de agua bajaban a los arroyos mayores, en la pampa de la virgen, la vista alcanzo kilómetros, llenándonos el alma.

    La noche del sábado, después de la animada mesa de la cena, cuando la charla se fue serenando, la descarga de las sensaciones acumuladas surgió de la otra mochila, tanta sensibilidad, todos hablaron sinceramente, conmovedor. 

    Confieso, también me costo contener la emoción.

La última etapa

Faltaban 700 metros, pero seguía latente la posibilidad de lluvia y de común decidimos volvernos

Así que todos de acuerdo, desandamos el día, la montaña… en las caras, en el ánimo

Se notaba la satisfacción de haber compartido un Champaquí diferente, incomparable.

 

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