El Camino del Champaquí  

12/02/04 Difícil es iniciar el relato de una vivencia, cuando uno tiene en la profundidad de su retina y de su alma, momentos mágicos e irresistibles como para hacer prevalecer la razón e hilvanar un sendero de momentos y continuas sorpresas.
Todo lo transitado en estos tres días fue haciéndose mas fuerte a cada paso. Después de llegar a Córdoba a las 21 Hs, y de saludar a mi compañero de ruta (Jorge), cene y me acosté.
A las 7 Hs del otro día partimos rumbo a Villa General Belgrano, donde nos encontraríamos con nuestro guía Miguel y otros cuatro compañeros más, a los que no conocía.
A las 8:40 Hs llegamos al primer destino. Reconocimos a Miguel por la impresión en su remera que decía: “Refugio Escalante”. En ese momento nos enteramos que seriamos tres mas Miguel, ya que los otros compañeros habían tenido problemas con su automóvil en Villa María y no vendrían.
Luego de dejar el auto de Jorge en una estación de servicio y regresar a la terminal, nos encontramos con Guillermo. De esta forma completamos el grupo y nos dirigimos hacia Villa Alpina en una combi de Pájaro Blanco (la única que llega hasta el lugar).
A las 11:30 Hs, aproximadamente, arribamos a la Villa y luego de dejar los bultos de Miguel y Guillermo para ser llevados por las mulas (cosa que con Jorge no pudimos hacer por no tener otra mochila mas chica para llevar la ropa impermeable), emprendimos la marcha por el sendero, donde conocimos a Moisés López, dueño del Refugio en el que almorzaríamos el día domingo de regreso.
Así, 12:15 Hs comenzamos a subir por un cerrado pinar. Costo un poco hasta que entramos en calor (con Jorge llevábamos las mochilas completas). Nada importaba mucho, estabamos yendo hacia el Champa y eso calmaba mis ansiedades. Empezaba hacerse realidad mi ilusión. Ibamos hacia arriba.
Luego de cruzar el arroyo, hicimos una parada para hidratarnos, sacar las primeras fotos y ponernos protector solar, ya que a partir de ahí, quedaríamos expuesto al sol. El manto de pinos había finalizado. Espectacular vista al salir de él. Las sierras se presentaban imponentes y parecía que nos daban la bienvenida. Caminamos hasta la segunda parada, “Los dos pinos”, de donde veíamos la entrada al Refugio “Ojo de Agua”. Nos hidratamos, comimos algo de frutas secas y los tan ponderados ositos de Jorge (únicos¡¡). Guillermo desesperado chupaba y chupaba, tratando de conseguir algo de agua de su bolsa hidratadora. Solo había que verle la cara de bronca. Termino tomando agua de nuestras botellas.
El ascenso continuo contorneando el “Cerrito de Mica”, llegando así a la primer tranquera, “La Tranquera del Gateado Muerto”, nombre dado por la muerte de un caballo. Cruzamos otro arroyo, “El Arroyo Orco”, donde cargamos nuestras botellas. Es increíble el caminar y poder hidratarse de todos los pasos de agua. Eran compania permanente. Como si alguien cuidara nuestro andar.
Desde el principio, y sin darnos cuenta, algo mágico estaba con nosotros. En este lugar encontramos el “Primer Tabaquillo”, característico de tierras altas por lo que deberíamos estar entre los 1300 y 1500 Mts. Continuamos a buen ritmo nuestra marcha hasta “La Ventana”, verdaderamente una ventana a la inmensidad. Este es el comienzo de la mesilla, lugar que desde abajo se veía como imposible de llegar. Al fondo y abajo un taco de bota apunta al infinito cielo, “El Mirador de la Bota”. Bajamos un poco hasta el arroyo “De la Loma Piedrosa” donde bebimos un poco de savia de montaña. Subimos y transitamos por la Loma propiamente dicha, y de ahí, hasta el mirador de la bota (hasta hace un rato era una referencia pequeña). Pararse acá y mirar en cualquier direccion, es como creer ver todo. Como creer que detrás de eso no puede haber mucho más. Es difícil llegar a registrarlo. Es simplemente
Demasiado. Cada paso era una sorpresa nueva. Dicho y hecho. Al llegar hasta una meseta un poco mas alta, como por hechizo mágico aparece la Finca de Moisés López, incrustada como en un lienzo recién pintado. Los caballos en su corral esperando la orden para salir a la campiña, y las ovejas deslizándose por la montaña. Impresionante sensación de pureza, de tranquilidad, de paz eterna. Esto fue confirmado durante nuestro silencioso almuerzo. Era una primer etapa ya única y esplendorosa. Inimaginable todo lo que faltaba.
Después de saciar nuestro apetito, emprendimos nuestro ascenso hacia “El paso del Nicho”, donde una piedra erosionada le da su nombre. Mi impresión de la piedra era que podría albergar un vientre maternal, lo que le daría mas vida al lugar. Lo de nicho no da con mis sensaciones.
Desviamos hacia la izquierda y luego de dejar nuestras mochilas, Miguel nos hizo bajar, y luego de un salto interesante, llegamos a una cueva con un río, “El Río Subterráneo”. Dimos vueltas con algunas peripecias alumbrando con nuestras linternas y durante una bajada, sosteniendo a Guillermo, entre Miguel y yo, nuestro guía experimentado se puso un palo de aquellos. Por poco terminamos en el fondo, el cual estaba muy torrentoso y las piedras muy resbaladizas a causa de la humedad.
Retomamos nuestro sendero. Al frente, el punto mas alto de nuestra marcha, “El Champaqui”. Descendimos un poco para cruzar el “Arroyo Socavona” donde bebimos otra vez el elixir de la montaña. El día estaba despejado y una nube hecha barrilete, acompañaba nuestra marcha. Era mágico. Sentí que el cerro se estaba dejando caminar. Miguel hizo su primer jugada al decir que
“Cada Grupo tiene el día que se merece” (aunque por abajo cambio una letra repitiendo “El guía que se merece”).
Pasamos un alambrado y subiendo un poco, comenzó un llano de piedra muy característico, “El Desierto de La Virgen”. Bajo una gran piedra estaba ella, como protegiendo nuestro andar.
Otra tranquera, “La Tranquera de Cufre” montada en un contrapiso de piedra natural.
Nuestra marcha continuo con la imponente presencia del Champa al frente (objetivo que se acercaba cada vez mas). Llegamos así al “Paso de la Lechiguana”. Un espectáculo de contraluces esperaba por nosotros. Los rayo solares perforaban las nubes mostrando la entrada al paraíso, portal del cielo. ¡¡¡Unico¡¡¡. Cada nuevo acontecimiento parecía armado por alguien, como esperando que lleguemos para empezar la función. Empezaba a sentir la presencia de Apu. Algo pasaba.
Estabamos en la puerta del Valle de Tabaquillo, la Pampilla al frente. IMPRESIONANTE. Abajo, el final de nuestro primer día, el “Refugio de Nelio Escalante” que nos esperaba con nuestra merienda.
Miguel había intentado adivinar el horario de llegada cuando estabamos en el desierto de la virgen, el que seria 19:17 Hs. Por supuesto, ya no sabia como perder tiempo, paraba para sacar fotos, atarse los cordones, nos hacia descansar sin necesidad. Así y todo, eran las 19: 15 Hs cuando arribamos. (como afanaste Miguel he¡¡)
Cansados pero cargados de espectaculares vistas y experiencias interesantes, nos bañamos, cenamos (excelente arroz con carne) y después de encendida la primer estrella, descansando en su cielo azul oscuro, nos acostamos a descansar. “El Lucero decía Buenas Noches”

14/02/04. Como había pedido Miguel 8:30 Hs, y después del desayuno, comenzamos la marcha en busca de la cumbre. Luego de cruzar “El Río Tabaquillo” y pasar por una tranquera, desviamos nuestra marcha hacia una cascada, que, como entrometida entre dos grandes rocas, desagotaba sin cesar en una olla hecha para ella. No pude resistirme, y bajo la influencia de Miguel, me desvestí por completo y me metí. Estaba verdaderamente congelada. Al salir mi sangre hervía, mi piel quemaba. La sensación, ¡Espectacular¡
Continuamos nuestra marcha y empezaron a aparecer bajas paredes con piedras encastradas unas con otras, como un perfecto rompecabezas. Eran “Los Diques Pigmatiticos”, verdaderos plegamientos. Muy Bueno. Luego de esto, llegamos a una gran emplanada. En el medio, una roca, y haciendo equilibrio como por arte de magia, una vasija natural con agua dentro. “La Piedra Bautismal”. Te aseguro, esta agua estaba bendita por el cielo. Como si fuera poco nos fuimos bautizando uno al otro. La magia continuaba. El Cerro nos recibía.
Cruzamos un arroyo y llegamos a una bifurcación. Tomamos a la derecha hacia “La Cueva de los 40”, donde 40 jinetes con sus caballos, se habían protegido de una gran tormenta. En sus puertas “El Tabaquillo Más Alto”.
Subimos por el cañón entre “Las Piedras Gemelas” para encontrarnos con “El Cristo de Hierro” (llevado hasta ahí por un grupo de bomberos).
El ultimo ascenso fue un poco duro, pero la recompensa extraordinaria. Legamos a LA CUMBRE.
¡¡¡¡¡I M P R E S I O N A N T E¡¡¡¡¡. Una emoción esplendorosa se apodero de mí. Nos saludamos y nos felicitamos. Cada uno se tomo un tiempo único de soledad y reflexión propia.
Estabamos en la cima de Córdoba. Nada mas había arriba. Solo el cielo. Increíblemente el clima nos acompañaba, decididamente estaba de nuestra parte. Otra vez la sensación de que el Champa era nuestro guía y protector. Era raro pero algo de eso había. Según Miguel siempre hacia frío, debiendo abrigarse en la cumbre. Nada de eso pasaba. El cerro esplendoroso dejaba vivirse a full.
Luego de almorzar y avistar el paisaje desde todos los puntos posibles, las nubes, lentamente comenzaron a flanquear todo el cerro, pero nuestro sector seguía despejado. Me sentí como en el ojo de la tierra. Ya nada mas podía ocurrir.
En voz alta, pensamos, “lo único que falta es poder avistar algún cóndor”. Para que decir, como por arte de magia Apu abrió su cielo, y con sus alas desplegadas, los dejó salir. Majestuoso era su planear. “El Cóndor” amigo y aliado del cerro estaba erntre nosotros. Poco a poco se sumaron varias aves mas. Por momentos tuvimos alguno encima nuestro, como saludándonos.
El cielo se cerraba, y Miguel decidió que debíamos comenzar el descenso. Increíblemente al comenzar a bajar, la cumbre fue cubriéndose, como cerrando sus puertas. Nuestro sendero estaba limpio y podíamos caminar sin problemas, pero a nuestras espaldas la visión desaparecía.
Llegamos a un desvío, tomamos hacia la derecha “El refugio del Minero” o “El Quiosquito” nos esperaba para unos minutos de descanso.
Continuamos bajando por “Los Ríos Congelados”, llamados así porque en invierno se hace un tobogán de hielo por donde se tiran los caminantes. Terminamos en la primer bifurcación (que anteriormente habíamos desviamos hacia la cueva de los 40). Desde acá regresamos pasando por el arroyo, Piedra Bautismal y sus Diques Pigmatiticos. A llegar a la tranquera, miramos hacia atrás, y observamos como nuestras huellas se cerraban casi totalmente. Era de no creer. El Champa se estaba despidiendo y poniendo cerrojo a sus puertas.
Cruzamos el Río Tabaquillo y nos dirigimos hacia “El refugio de Doña Nena”, la primer persona, y por lo tanto la habitante mas vieja de la zona, considerada como “La caciquesa del Champaqui”. En su momento ella daba hospedaje y mucho cariño a los caminantes, a cambio de alimentos. Puedo garantizar que así debe haber sido, ya que como si todo lo vivido hasta el momento fuera poco, fuimos recibido por ella. Había llegado hacia unos pocos días de la ciudad, donde después de un año duro para su salud, fue devuelta a sus raíces, a su Pachamama. En el momento de entrar, a su humilde pero muy cálido hogar, sentí lo que debe haber sentido el caminante en tiempos remotos, cobijo, albergue, seguridad y mucho pero mucho amor por el prójimo. Le dimos un beso, intercambiamos una sencillas palabras y fuimos invitados a los platónicos 100 años de Doña Nena. Hoy tiene 87 bien trabajados.
Estaba colmado, e indudablemente, el Apu del Champa continuaba con nosotros. Y eso no fue todo. Las sorpresas continuaron.
Al llegar al refugio de Nelio (muy cerca del de Doña Nena), Guillermo y Jorge se fueron a bañar, y Miguel me preguntó: te bancas un rato mas de marcha?. Dije que sí. Bajamos un poco para ladear el río y nos dirigimos al refugio “De La Luna”, remontando el Río Tabaquillo. Varias truchas acompañaron nuestra marcha. Trepamos por las rocas acortando camino cuando, de pronto, desde lo alto de una roca, se nos presento una hermosa cascada. A 100 Mts, un refugio muy pintoresco. Intentamos visitarlo, pero nadie respondió, así que regresamos. Desviamos, y medios desorientados nos encontramos con la propiedad de Fabian González, otro refugio. La finca era pequeña pero de películas. Los chivos y las ovejas brincaban entre las piedras como con sopapinas en sus patas. Fuimos recibidos por una morena muy bonita, la que encausó nuestro sendero hacia lo de Nelio.
Orientados, y con el refugio a la vista a casi 400 Mts, una nube nos cubrió totalmente. Detuvimos la marcha, caminamos un poco, pero no estabamos seguros de continuar en la dirección correcta. No lo podíamos creer, teníamos adelante el refugio y de golpe nada mas se vio. En la montaña, al esquivar algunas piedras, es fácil perder el rumbo. Decidimos ir hacia el río, remontarlo hasta llegar al cruce que Miguel conocía bien. Lo encontramos, y de ahí directo al refugio, totalmente tapado por las nubes.
Nos bañamos, comimos unos excelentes fideos y luego de un truco nos acostamos. Al otro día emprenderíamos el regreso muy temprano.

15/02/04. Luego del desayuno, y después de agradecer la amabilidad con la que habíamos sido tratados iniciamos la marcha en dirección a la finca de Moisés, donde un cordero, esperaba en la parrilla.
Yo creí que ya había visto todo, y el regreso seria solo un tramite. Pero no fue así. Las sorpresas continuaron hasta ultimo momento.
Llegamos al Paso de la Lechiguana con la espectacular vista de la mesilla al frente. Parecía que nos estaba esperando. Pasamos la tranquera de Cofre, el Desierto de la Virgen, desde donde divisábamos diáfanamente “El Dique del Cerro Pelado” a la derecha y “Embalse Río III” a la izquierda. Cruzamos el alambrado (esperando al burro blanco), el Socavona y subiendo al paso del nicho, Jorge Bautizo a una piedra sobre la izquierda (mirando desde arriba hacia el Champa) “La Cara del Indio”. Increíblemente el regreso descubría otro paisaje diferente. La nuestra era otra mirada. La del corazón forjado por dos días de intensas vivencias compartidas con tres compañeros de primera.
Uno miraba hacia atrás y se podía despedir del cerro mas alto. La mirada no creía todo lo que habían caminado nuestras piernas. Es increíble a donde se puede llagar paso a paso. Impresionante¡¡¡¡.
Divisando ya, la finca de Moisés, el muy turro de Miguel, saco el ancho de basto de la manga, y nos desvío unos 100 Mts del sendero para presentarnos a la “Cascada Socavona”. Enlazada en una quebrada que lleva su nombre. Desde una altura de 40 Mts., la montaña vertía su savia inagotable, en el fondo de la quebrada.
Luego de admirarla incansablemente con los prismáticos de Guillermo, terminamos el descenso para almorzar en lo de Moisés.
Al llegar a la finca increíblemente nos encontramos con el y su iglesia, la que a martillo y cortafierro hacia los ajustes necesarios sobre una vereda lateral. Parecía un escultor con su obra. El mismo, nos abrió la puerta, y sacándose el sombrero, nos presento el majestuoso altar al fondo. Me sentí verdaderamente honrado y en paz.
Faltaba un rato para la comida y Miguel saco otra carta (el 7 de espadas que en realidad se parecía otro ancho de los fuertes). Nos llevo, luego de una corta caminata, a la olla de Moisés. Una caída de 20 Mts nos invitaba a bañarnos. Otra irresistible zambullida. Esta vez todos entramos en las frescas aguas de la gran vertiente. Sensación única.
Regresamos a la finca a comer, pero antes, encontramos otra piedra muy particular, que según del flanco que se la observara, tenia dos caras, por lo que un nuevo bautismo se produjo, “La Piedra de las Dos Caras” le pusimos.
Luego del almuerzo, emprendimos las dos ultimas horas de marcha hacia Villa Alpina. Desde el mirador de la bota todo el Valle de Calamuchita se arrodillaba frente a nosotros. Inmenso.
Luego de pasar por la loma Piedrosa y su río, llegamos a la ventana y nos despedimos de la mesilla. Nos quedaba el Arroyo Orco, donde veríamos al ultimo Tabaquillo de nuestro viaje; la tranquera del Gateado Muerto, desde donde veíamos la “Sierra de Los Cóndores” a 20 Km de Berrotaran (de donde es oriundo Miguel); el Cerrito de Mica, Los dos Pinos (donde paramos a comer unos turrones).
Entramos así, al pinar, cubierto por un manto de Frambuesas que le da un toque especial a la zona (podríamos bautizarla como “Zona del Manto de Frambuesas”).
De esta forma salimos del sendero y con un fuerte abrazo nos saludamos habiendo cumplido mucho mas que un objetivo final (como podría haber sido llegar a la cima del Cerro Champaqui).
Viví paso a paso todo lo que se fue presentando, encontrando en cada cosa el significado, tomando cada cosa como un objetivo en si. Pude sentir cada zancada dada en el camino, cada momento, cada toma de aire, cada sorbo de agua. Pude percibir la presencia del Apu del Champa protegiéndonos, y lo que es mas, pude sentir al mismo Champaqui dejarse caminar.

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