Relato de un Sueño Cumplido
Marcos Ricci

Ya caía la noche y las ganas de salir empezaron a fluir como burbujas, a bordo del remis de Pichi fuimos a buscar a Edgardo, casi todo estaba listo. Pablo nos esperaba en la terminal. Subimos al ómnibus y entre risas, abrazos y las primeras fotos empezamos a viajar. Lento muy lento, ninguno imagino que el perezoso iba a llegar a Villa General Belgrano tres horas y media más tarde, los teléfonos empezaron a sonar y entre varias comunicaciones con los guías se decidió que nos esperarían en Villa Alpina a unos 40 Km. de General Belgrano. Ahí entendimos que los tiempos del cerro no son los nuestros y que el guía nos iba a esperar hasta las tres y media de la tarde, se preveía unas siete horas de caminata hasta el refugio, era peligroso salir tan tarde, ni el guía, ni nosotros sabíamos que nuestro espíritu nos iba a llevar al refugio con alas de cóndor y la palabra groso salio de la boca de nuestro guía…pero esa es otra historia.

Llegamos a Villa General Belgrano a las 13:20, el chofer del ómnibus recordó sacar el freno de mano, pero eso no es todo, no podíamos sacar nuestras mochilas de la gaveta, se había atrancado la puerta, no se sabía la combinación de esa caja fuerte que se empecinaba en quebrar nuestro sueño, no podíamos creer lo que pasaba.Mientras Pablo y Edgardo esperaban que la puerta de Ali Baba se abriera, yo fui a buscar un remis….se habían escondido todos, con tanta gente en la Villa era imposible encontrar uno, pero nada de eso borraba la sonrisa de nuestra cara y en la estación de servicio a cambio de ganarse unos pesos apareció nuestra salvadora, una Chevi modelo 72 que como caballo desbocado atravesó un paisaje de sueño para llevarnos con nuestro guía que esperaba desahuciado en Villa Alpina a tres tipos que no conocía.
Llegamos a tiempo nos despedimos de Fabián nuestro jinete y nos encontramos con Pablo, nuestro guía, que no podía creer lo que estaba viendo, tres tipos felices bajando de una Chevi, Edgardo, el Comandante, bajo sin problemas. A Pablo no le habría la puerta, y yo no podía sacar la mochila, que jugaba a las escondidas en un baúl atascado resistiéndose a abrirse. Saludo de por medio, Pablo nuestro guía, emprendió sin perder tiempo la marcha, atravesando pinares llegamos hasta el primer arroyo para cargar agua, la naturaleza empezaba a mostrarnos su hermosura, un cielo azul se combinaba con el verde de las sierras y la brisa, suave, arrastraba el perfume de los pinos. Subimos los primeros metros, las fotos iban a quedar para después, nuestro guía llevaba una marcha continua.

Después de dos horas de marcha, a las 17:30 hs, llegamos al parador de Moisés, Pablo, nuestro Guía miro el reloj, y con una sonrisa en la cara nos dijo que en este punto el grupo había tardado unas cuatro horas en llegar, más relajado, supo que podíamos seguir sus pasos, cargamos agua en una vertiente, sacamos unas fotos y nos abrigamos, empezaba a caer el sol que se veía como una braza incandescente perdida en el horizonte. El paisaje cambió, a medida que íbamos subiendo, las piedras se hacían dueñas de la sierra, ya sin sol la niebla cubrió el paisaje para ya no verlo. Sobre el filo de las Lechiguanas, sierra Cordobesa anterior al refugio que nos esperaba, nuestro guía recibió un llamado, evidentemente existía una preocupación en el refugio, pero Pablo tranquilizo las aguas diciendo que estábamos muy bien con el tiempo, ahí en ese instante se le escucho decir…. estos tres son unos GROSOS, nos fundimos en un abrazo y sacamos un par de fotos, está vez sin paisaje, solamente se veían nuestros cuerpos y la señora niebla, que con su manto infinito cubría la inmensidad de las sierras

Descendimos de las Lechiguanas, con mucho cuidado, no veíamos mas de medio metro, a paso firme llegamos hasta la base ahí se vieron las primeras luces del refugio que nos esperaba cruzando el río. Llegamos cansados, felices, recibimos el emocionante aplauso del resto del grupo que no podía creer que estuviéramos ahí a esa hora, eran casi las 20:00. Nos abrazamos y brindamos con maté cocido y peperina, ya dentro del refugio nuestros cuerpos se relajaron, nos sacamos el abrigo y conocimos al resto del grupo, diecinueve personas con un mismo objetivo, tres de los diecinueve con el mismo sueño. Nada iba a detenernos. Vino a saludarnos Sebastián nuestro segundo guía y Miguel Coranti, el alma mater de la travesía. Sabíamos que al amanecer y a nuestras espaldas nos esperaba inerte, platónico, el más alto de Córdoba. El Champaquí. 
Amaneció despejado, el sol acariciaba la cima del cerro, todo estaba preparado. Esta vez Sebastián iba a tomar la posta y Pablo caminaría detrás de nosotros cuidando nuestras espaldas, nada estaba librado al azar, era un grupo numeroso, palpitante, feliz. Empezamos a caminar, entre vertientes y cascadas, el murmullo del agua nos acompañaba. El día seguía esplendido, mis ojos no alcanzaban a ver tanta belleza, el paisaje una vez más me deslumbraba. Como siempre la naturaleza, caprichosa, tiene la última palabra y en un abrir y cerrar de ojos aparecieron las nubes tan pero tan cerca que podíamos tocarlas. La lluvia caía lenta, sin apuro, pero eso no es todo, el garrotillo (granizo) golpeaba nuestras cabezas haciéndonos saber que alcanzar la cumbre no seria fácil.


Hubo caras de preocupación, nuestro sueño parecía derrumbarse. Sebastián animal tenaz, nacido en las sierras se afirmo a la convicción del grupo y haciéndonos pequeños, envueltos en una bruma sin fin llegamos al ángel cumbre. Un Cristo de hierro a solo unos metros de la cumbre. Estábamos seguros, cuidándonos las espaldas venia Pablo, inquebrantable, con la mirada siempre atenta, cuidando el rebaño. Nos agrupamos y en el tren de las nubes con toda la alegría, enfrentando todas las dificultades subimos. Exhaustos, felices, no podíamos creer estar ahí. Este es un pequeño relato, una parte de la historia de tres amigos con un mismo sueño, y por supuesto recién empieza. Al Comandante Edgardo, por la palabra justa, porque sin saber en algunas tardes interminables me devolvió la alegría. A Pablo, por amigo, porque gozo de felicidad cuando compartimos el tiempo. 

18 de Octubre de 2007


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