Expedición al Volcán Lanín. Diciembre 2006
Experiencia 067

Del viaje al sur tengo dos cosas para destacar. Una, el Lanin que resultó todo lo magnífico y severo que imaginé. Podría regar adjetivos y sustantivos y me quedaría igual corto, pero atrae y asusta, entonces esas dos palabras que elegí me parecen bastante ajustadas.
Y otra, el grupo armado para subir que tiene mucho que ver con Alto Rumbo como empresa. Hay mucha oferta de guias para subir a esa montaña. Pero aun con la enorme disparidad del grupo, lograron darle el exacto tono de esfuerzo y solidaridad que hace falta para que todos nos sintieramos parte de algo comun. Cada uno tuvo su lugar, por los chistes, por las reflexiones, por los comentarios. El viento y la nieve impidieron que llegaramos a la cima pero fueron apenas un condimento para que compartieramos hermosos tres dias y ese final a toda orquesta en Junin de los Andes festejando el cumple de Nacho (que no va a olvidar nunca) en medio de un clima de camaraderia que se da en contadas ocasiones (cuando uno saca a pasear el corazón) y que incluso me permitió en lo particular seguir escalando esa 'cumbre' hasta las cinco de la mañana con mis fantásticos compañeros de pieza (que tampoco voy a olvidar nunca).
Mauricio Goldberg

Vivir la montaña en la forma en que lo hicimos te permite desarrollar virtudes humanas que te hacen crecer como persona... Tantas!!
Experimentar en carne propia el valor del esfuerzo, del sacrificio, de la perseverancia a la hora en que flaquean los músculos… con una ilusión que motoriza. Compartir con el grupo tantas horas el espacio reducido del refugio, sin comodidades. Ser solidario, conservar el buen humor, el optimismo… En definitiva: brindarse y aprender de los demás... Realmente la montaña es una gran escuela de vida, no?
Cada vez que me toca vivir experiencias tan lindas como éstas, me vuelvo con muchas metáforas y analogías que me ayudan en cada momento de mi vida, sobre todo en los más difíciles.
Me encantó compartir con un grupo tan heterogéneo este Lanín! Porque muchas veces en la diversidad está la riqueza.
Leonardo Carcovich

Desde que aparece la silueta del Lanín genera admiración, impone respeto e intimida con su perfil cubierto de nieve. No se deja ver del todo, tiene la cumbre cubierta de nubes, pero el paisaje del que se rodea es bellísimo. En ese punto uno se siente nada comparado con la inmensidad de la naturaleza. El ascenso es distinto a lo imaginado, ni más fácil ni más difícil, distinto, placentero, fuimos disfrutando del paisaje, los lagos, los valles en cada mirada hacia abajo, las piedras y la nieve en cada mirada hacia arriba. Y también de la admiración propia, de cómo se alimenta el espiritu con ese paisaje, que hace que no se sienta el cansancio, que no pese la mochila. Y todo lo demás supera el esfuerzo. Es difícil contar con palabras lo que se siente...
Lo que no es difícil es emocionarse al ir subiendo cada paso, superando cada tramo, las preguntas y las expectativas van encontrando respuestas a medida que avanzamos. El refugio nos cobija del viento, de la nieve, del agua. Cada uno se acomoda en su rincón. Siempre está la incertidumbre de si la cumbre nos va a dejar conquistarla. Con el correr del tiempo nos dimos cuenta que, esta vez, no querría ser conquistada. Pero lo que sí conquistaríamos sería a nosotros, como grupo que se bancó todos los climas en la previa y que aprendió que un metro más de nieve no se sufre sino que se disfruta y que además cada uno llenaría su espiritu y su corazón con todo lo visto y lo vivido. Y así fue... el placer de lo vivido y lo sentido hizo olvidar, al menos temporariamente, la Cumbre. Ya habrá revancha... siempre la hay. Este grupo se merece esa revancha y más. Quién sabe cuándo y dónde será...
Por último, hay que reconocer el apoyo de los guías que no sólo nos cuidaron en todos los pasos difíciles, sino que estuvieron siempre pendientes de nuestras curiosidades, necesidades, sorprendiéndonos con “LUJOS” de los que disfrutamos... Quién va a olvidar el vino con los tallarines a 2.800 mts? Imposible no agradecer ese esfuerzo y muchos otros, largos de enumerar. Como siempre, ya nos veremos.
Julio Sarlingo

El atardecer caía sobre la imponente figura recortada del volcán. Su cumbre, eternamente nevada, estaba completamente cubierta de densas nubes. Al día siguiente iniciaríamos el ascenso tan esperado.
Invoqué al espíritu de la montaña (porque cada montaña tiene su propio guardián) y le pedí que nos tratara con dulzura. A cambio, le prometí respetar su espacio, honrar cada paso del camino y cada piedra pisada. Dejé librado a su criterio hasta dónde nos dejaría llegar, de acuerdo a lo que el grupo necesitara en ese momento. Le pedí que nos dejara regresar a todos enteros y felices. En ese momento el viento se hizo sentir recordándome que él también tenía el poder de decidir nuestro destino. Hablé en voz baja con el alma del viento y le pedí que nos acompañara en el camino con su empuje pero sin violencia. Y así lo hicieron, el viento y la montaña. Nos permitieron caminar la larga "Espina de Pescado" con pocos sobresaltos. Alguna que otra ráfaga súbita que obligaba a afirmarse por un instante para no perder pie.
El "Sendero de Mulas" trajo un poco de sol y el viento nos fue empujando siempre a favor, ayudando a superar la escarpada piedra oscura. Llegando al primer refugio, viento y sol se pusieron de acuerdo para hacerse sentir. Ya no era tan fácil. Los músculos cansados de trepar con peso en las espaldas comenzaron a preguntarse cuánto faltaba para llegar.
Cruzar la ladera nevada fue toda una aventura. La pendiente parecía atraerme, daban ganas de deslizarse hacia abajo en tobogán.
Ya casi estábamos allí, en nuestra casa transitoria, cuando el viento decidió que supiéramos quién era en realidad: un poderoso señor capaz de inmovilizarnos a su antojo. Un último y largo soplido nos arrojó finalmente en nuestro ansiado refugio. Tan ansiado que su precariedad se transformaba en lujo a nuestros ojos.
Teníamos dos oportunidades para seguir subiendo: fueron dos largas madrugadas de espera, de dudas, de esperanza y decepción. Pero el Lanín esta vez nos dijo “no”. El viento blanco sacudió nuestro techo como se sacuden los cuerpos con el samba. El maravilloso glaciar, visible a nuestra llegada, quedó completamente oculto bajo la nieve fresca.
Al tercer día, en lugar de “resucitar entre los muertos y ascender a los cielos”, logramos estirar las piernas entumecidas de tanto encierro y nos deslumbró el sol. Un sol cálido y maravilloso que nos guió durante la vuelta. Bajar fue mucho más fácil: la ladera recién nevada invitaba a patinar, esquiar, culipatinar y otras tantas diversiones.
Esta vez el volcán dijo que “no”. Confío plenamente en que tendrá sus razones, que aún no comprendemos. Nos devolvió sanos, salvos y con la experiencia fuertemente vivida de haber compartido un poco de su naturaleza salvaje.
Otra vez será. La invitación a la cumbre quedó abierta para la próxima vez…¡Gracias Lanín! por habernos protegido y por habernos permitido atisbar tus misterios.
Anna Szabó

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Se presenta a la mañana Imposible no admirarlo Allá vamos Momento de Reflexión Silueta del Pehuén
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Se despide el día previo Lo intentaremos Nada nos detiene Fin del Bosque Pisando Rocas Volcánicas
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Primeras pendientes La Espina de Pescado Grupo compacto En la inmensidad de la montaña Primeros Pasos en la Nieve
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Ganando altura Cuidando cada paso Cambio de Rumbo De fondo los lagos andinos Cada vez más arriba
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En el Refugio B.I.M. Rumbo al otro refugio Con mucho cuidado Aparece el R.I.M. Allí imponente, el Refugio
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Sector del Cable Antes de la Gran Nevada Hora de descanso Despues de la Nevada Inicio de la 3era. Jornada
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Show de la Nieve -  PARTE I
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Show de la Nieve -  PARTE II
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Regreso con Alegría Un Gran Grupo La Espalda del Lanín Postales para ver con el Corazón

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