Excursión "Año Nuevo en el Champaquí"
Experiencia 043 

Creo que estoy un poco más entrenado a disfrutar de caminar descalzo entre las piedras, de saltar arroyos, de quedarme sin aliento 
en un precipicio, de parar, mirar para atrás y recorrer con la mirada las subidas vencidas, de quedarse un rato dejando invadirse por la 
inmensidad de un valle, de sentirme cómodo en una cueva, de aguantarme el agua fria en la cabeza, de sentir un bosque, sentir el pasto, sentir el barro, sentir el agua, sentir la roca y de sentir la cima. El Champa me entrenó. 
Matías Peire

Ahí estamos los diez, uno al lado del otro y de la mano, el aire pegando fuerte en nuestras frentes. Los pasos son cortos, casi mínimos, pan, queso, pan, queso, sabemos que adelante hay un abismo, despacio, seguimos indicaciones, confiamos.
Así había sido desde el principio, 36 horas antes, en esa Villa que era sólo intriga de lo que vendría, ansiedad de saber cómo sería ese año nuevo diferente, alternativo y abierto. Confiábamos nuestro cierre de 2005 e inicio de 2006 a manos ajenas y a los designios de una naturaleza siempre sorprendente y por eso mismo nunca previsible.
Habían pasado esos primeros kilómetros de lluvia y paso corto, los zapatos recién sintonizando con la superficie de la montaña, las cabezas de a poco dejando ir tanto vicio de sociedad, los ojos apenas empezando a entender que el horizonte está mucho más lejos de lo que suele aparentar. El camino es una serpiente que metamorfosea sus texturas a cada rato. Empieza sombrío y boscoso, se torna verde y pelado, se llena de piedras y cascotes, se seca y se embarra, se vuelve roca pura, vuelve a empezar.
Habían pasado un puesto y un almuerzo, primeras excusas para conocernos ya habiendo cruzado miradas previas de estudio y análisis. Habíamos compartido puchos y mayonesa, algo para tomar, frío o caliente, una risa o un gesto de sorpresa, una mano para cruzar un río o simple paciencia para esperar al retrasado.
Y ahí estamos, los 10 de la mano, paso corto para el frente con los ojos cerrados y viento en la cara, quién sabe desde dónde viene soplando ese viento hasta chocar con nosotros.
Dicen que el Cerro Champaquí es un misterio al que cada uno le da la respuesta que le place. La certeza de veracidad de aquella respuesta corre por cuenta del investigador, único capaz de evaluarla y único interesado en escucharla. Ese misterio de mil soluciones posibles se va desentrañando de a poco, se muestra por etapas, revela sus caminos con cuentagotas. Quizás por saber que es más entretenido seguirle las pistas que alcanzar la solución.
Nosotros diez, ahora de la mano uno al lado del otro y con los ojos cerrados, nos entreteníamos en ese doble descubrimiento: el del cerro de casi 3.000 metros ya bajo nuestros pies y el de las personas que nos acompañaban en la búsqueda, más o menos desconocidos, dispuestos todos a este Año Nuevo diferente.
Los caminos hablan de las personas que los recorren. O mejor dicho, el caminar de una persona habla y su forma de convivir y compartir también. Y mientras estábamos de la mano con el abismo enfrente, ya habíamos podido compartir una noche, un millón de estrellas, una comida, un calor y una guitarra. Una de esas noches que quizás son las ideales para desentrañar eso de los misterios de las personas y sus convivencias, esas veladas de ser sin culpas y aparentar desteñido, olvidado.
Había pasado un amanecer, el primero de los diez juntos, despejado y prometedor, un primer desayuno, frugal y silencioso, otro inicio de camino cuesta arriba y un objetivo conjunto, la cima al mediodía. La caminata, no menos ardua por amena, fue excusa para paradas, baños, fotos, frío y más fotos, para un bautismo que devino en matrimonios y confesiones y para charlas y aprendizajes.
Y acá estamos, los 10 de la mano, al filo del abismo. Todavía no hicimos cima, está ahí, a 500 metros, pero mejor paciencia que tenemos esto antes, y a no exaltarse, que quién sabe cuántos metros caiga este abismo hacia abajo mientras nosotros avanzamos a ciegas.
Y sí, haremos cima, solos nosotros y los cóndores, almorzaremos, dormiremos, matearemos y sacaremos fotos en el techo de Córdoba, emprenderemos la bajada y volveremos a nuestro refugio a elongar, bañarnos, comer como se come en año nuevo, brindar de más o de menos, rasguear las cuerdas y cantar lo que compuso aquella leyenda o lo que a nosotros se nos ocurra para musicalizar la ocasión, quién sabe.
Dormiremos, bajo techo por suerte, mientras el cielo descarga litros y hectolitros de agua y volveremos a amanecer, con sol y ríos crecidos, dispuestos a nuestro último día de caminata, cuesta abajo y al mundo de siempre, que por ser de siempre no deja de ser nuestro y agradarnos.
Sí, todo eso pasará, pero acá estamos, pasito más corto que en la subida, pan y queso, ojos cerrados y que más vale que así sea, vale la pena, el abismo enfrente y la ansiedad de verlo y sentirlo. El viento sigue subiendo incansable, quién sabe desde dónde viene soplando para pegar en nuestras caras ya curtidas por la subida. El silencio es rey y sólo compite con el viento que cuela en rocas y yuyos, las respiraciones que ya son una, suave y lenta, la voz de la confianza que guía nuestros pasos ciegos y dice, de repente, “abran los ojos”, que se abren y lo ven, blanco nube, todo blanco, que si apenas se distingue algo entre lo blanco mejor que no, porque así blanco como se ve es aterrador y eterno, sin horizonte de lo profundo, digno de nuestras diez bocas abiertas, de veinte pulmones con la respiración contenida y la disposición a la contemplación eterna, que la cima puede esperar un rato más y el año que empieza ni hablar.
Agustin Berro

Animarme a Ser, re-descubrirme... Encontrarme siempre en ese exacto lugar donde deseo estar. Compartir con aquellos que elijo y con los que el destino pone en mi paso. Habilitar mis sueños, interrumpirme* en el tiempo y hacerlos realidad... Esa es la sabiduria que me dieron mis alas. Terminar el año en el Champa fue la culminación de un viaje eterno hacia el interior de mi misma. Iniciar el nuevo año en el Champa, ha sido el comienzo de un eterno desafío hacia la construcción de mi vida tal cual como pretendo vivirla... en una cumbre permanente... Gracias a todos por lo inolvidable...
Florencia Rodriguez

Era el primer Año Nuevo en el cual dos amigas decidimos pasarlo juntas en un lugar especial... y así llegó el Champaquí. Fue el encuentro de 12 almas aventureras (como las supo llamar mi amiga Flor). Champaquí sobrepasó todas mis expectativas; la belleza natural y la humana, ya que 10 almas me eran desconocidas, colmaron mi vida esos 3 días en lo más sublime del encuentro con la Naturaleza, uno mismo y el prójimo. El espíritu se puso a prueba a través del camino del senderista; la voluntad, el amor y le energía, todo confluyó en la despedida del año y en el recibimiento de otro. Champagne, vino, cordero pero también pureza natural, propósitos y anhelos que dejamos en la sierras para recogerlos en el 2007. La huella del Champaquí, junto a las de las almas aventureras que decidieron estar ahí esos días, ya son parte de mí. Gracias por compartir este Año Nuevo y que el 2006 nos permita muchos Champaquí más!
Pilar Cornejo

Les puedo contar que para mi fue todo impresionante y que fue una prueba a la voluntad sobre todo...(cosa que me suele faltar bastante en mi vida cotidiana) y que todo el fin de semana tuve una frase en la cabeza que alguien me habia dicho unos dias antes de viajar, "Hay que dejarse tocar por la vida y no intentar controlarla" eso puede resumir mi fin de semana y mi fin de año completamente diferente. Gracias a todos por todo, y a Mili y los 3 mosqueteros que, como siempre, me bancan en todas... una mención especial por ayudarme a llegar (lease: bastón,mochila, tecnicas respiratorias, latigos, charlas, chistes, etc..).
Florencia González Deibe

La bruma iba descendiendo lenta pero implacable sobre nosotros. Ya casi no se podía divisar al último del grupo. Faltaba poco para llegar al refugio. Pero ese “poco” parecía remolonearse jugando con los largos minutos, que bañaban nuestros pies cansados, nuestro estómago no tan lleno y nuestras ansias de “hacer rancho”.
Muy ensimismada, atenta a cada apoyo de mis pies, escuché la voz incansable de Miguel…"pasitos cooortos, pasitos cooortos". Al escucharlo (quizás ya por centésima vez), mis pensamientos abandonaron mis pies, dejé de mirar las piedras del camino, descuidé mis zapatillas de los charcos, olvidé mis ansias de mate cocido calentito y me fui a pasear….
Anduve divagando por la vida, volando muy lejos en el tiempo. Me fui a otras épocas de pasos largos, de pasos torpes, de tropezones y levantadas, de pasos en falso, de saltos y acrobacias, de pasos rectos y torcidos, de pasos seguros y pasos dudosos. Y descubrí (casi con una sonrisa) que nunca había caminado en la vida con “pasitos cortos”.
Para una persona ansiosa de experiencias nuevas, apurada para saborear la vida antes de que sea demasiado tarde, los pasos cortos parecen no tener cabida. Sin embargo, podría ser una buena idea a tener en cuenta a partir de hoy…
Pero, ¿pasos cortos para qué?, ¿pasos cortos para quién? Un pasito corto me permite elegir cómodamente donde apoyar el pie, y si piso en falso estoy a tiempo de retirarlo para no caer. Tres pasos cortos de mis piernas equivalen a un paso corto de Miguel. (O sea que mis pasos serían ¿“cortísimos”? )
Dar pasos cortos por la vida significa ir por camino seguro, arriesgarse lo mínimo indispensable, aferrarse bien al suelo y a las circunstancias. Pero también puede significar no dejar un centímetro de experiencia sin recorrer y vivenciar, no saltear etapas, no esquivar dificultades sino enfrentarlas lenta y serenamente, y resolverlas así: pasito a paso sin desmayar en el intento.
A partir de ahora, cada vez que vaya por la vida dando grandes zancadas en cuesta arriba, prometo recordarme a mi misma que con “pasitos cortos” también se llega, quizás no tan rápido pero sí con todo el aliento y con menos derroche de energías.
Eso sí: el placer de galopar cuesta abajo rompiendo el viento ¡¡¡¡no me lo quita nadie!!!! 
GRACIAS Miguel, GRACIAS Leandro, GRACIAS Flor por dos, Pili y Mili, Agustín, Federico, Matías y Andrés (y por supu, GRACIAS Héctor).
Ana Szabó (2º Viaje)

"Estoy organizando para pasar fin de año en la cumbre...." dijo Miguel mientras bajabamos de espaldas al Champa... Ana y yo ensayamos un timido "!que bueno ¡", y seguimos eligiendo que piedra pisar mientras cada uno acomodaba la idea en su cabeza. Era mediados de Octubre; estabamos tratando de digerir las emociones de esos dos primeros dias sin perdernos a nosotros mismos en el intento. Esa noche en el Rancho Luna, como al descuido uno de nosotros dos sacó el tema, ...¿viste lo de Fin de Año que dijo Miguel?...Si, ..seria lindo, contestó el otro; ...creo que no nos animabamos a animarnos tan pronto.
Llegando a casita la decision estaba tomada, al fin y al cabo el programa nos cerraba por todos lados; reemplazar una rutina de festejo gastronomico-piromaniaco por un Champa que nos abrió su energia para un encuentro con las emociones, todo facilitado por el talento organizador de Miguel. No contabamos aún con lo que, en nuestra charla intima, Ana llamó "un grupo que fue un regalo del cielo"; esto completó la fiesta. Mientras desarmo la mochila siento que estamos otra vez al comienzo, pero esta vez mirando la Cuesta de las Cabras y en el horizonte asoma el cono nevado del Lanin. Gracias a todos, y en particular a cada uno de ustedes once; pocas veces aprendí tanto en tan poco tiempo y disfrutando tanto. Héctor Cavalli (2º Viaje)

 

Entre cerros y quebradas,
entre coplas, rimas y carcajadas,
las noches fueron más largas,
que las subidas y las bajadas.

Los cóndores, con su vuelo,
nos invitan a pasar..
ellos cuidan con recelo,
del Champaquí inolvidable,
su belleza natural.

Mosqueteros y doncellas,
Chacras y piedra bautismal,
clavados en la cascada...
encontrando el sentido oculto
de eso que llaman: caminar.



Sutilmente versero :), el guía,
y su chamuyador secuaz,
compartieron los senderos,
con piropos, bromas..
pasitos cortos (~@##!!!)
...y varios litros de champagne...

Jorge y su repertorio,
gansenrousis y pincfloid,
Miguel y sus traducciones,
que poeta...(por Dió!)



Para todos y cada uno,
un muy feliz dos mil seis,
y en el camino hay arroyos, hay piedras y hay traspiés, hay cuestas interminables, pero las vistas que ves, a todo le dan sentido...
disfrutemos así el camino,
que hoy no hay mañana ni ayer.

Federico Moreno

 

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Primeros Pasos Bordeando el Valle Sector Ojo de Agua Alfombra de Pinos Preparados para el Agua

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Encuentro con ella misma ...tu puedes! Banda Oeste Tabaquillo Donde Queriamos Estar No me dejes...

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Obstáculo Superado Cuando el Frio Aterra Agua Bendita Espectadores de Lujo Acuamanes
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Trepando en las Dos Cascadas Baustismo del Senderista Cueva de los Cuarenta Lagarto Verde de Achala El Balcón... Refugio de Nubes
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Curly, Larry y Moe ¿Cómo Olvidarla? Qué lindo Grupo!!! Reflejos Naturales Brindis de Año Nuevo
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