| Fotos y Memorias | |
| Champaquí Extremo Noviembre 2013 |
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| Experiencia 342 | |
| Cada paso que se transita en la vida deja huellas de experiencias, siempre que vuelvo a la montaña vivo y siento como cada paso dado va enriqueciendo mi vida. Conocer y, conocerse a uno mismo sobre todo, es un crecimiento enorme! Compartir desde lo más mínimo, disfrutar desde lo más simple, valorar desde lo más insignificante...nos demuestra que somos solo una pequeña parte de tanta grandeza que no rodea. Gracias alto rumbo por permitirme y enseñarme a vivir con el alma la montaña, y gracias a todos los compañeros de viaje que compartieron este extremo conmigo. Hasta la próxima!!! |  Rosana Selga |
| "La amistad nace en el momento en que una persona le dice a otra: ¿Cómo? ¿Tú también? Creí que era el único". C.S. Lewis Aprendizaje La vida da muchas oportunidades para aprender y las montañas suelen ser maestras muy sabias. Hay que abrir el corazón para escucharlas y entender lo que quieren enseñarnos. Suena más fácil de lo que es. En mi segundo viaje al Champaqui, el sabio más alto de la provincia Córdoba, se me complicó bastante lograr entender lo que me quería decir. Llegue con demasiado peso en mi mochila quizás: un soliloquio raro, preocupaciones personales y acerca de mi trabajo, y una meta deportiva, que normalmente no tengo. Yo voy a las montañas para disfrutar, no para demostrar algo. Esta vez era diferente. Quise saber si estoy en buena forma física de nuevo, para “hacer” otra cima en diciembre. Obviamente un gran error. Si vas a una montaña, pensando todo el tiempo en otra, ¿cómo vas a escuchar lo que quiere decir la primera? Encima, el viaje ya llevó título: “extremo”. Y como las condiciones eran más que extremas, acepté muy pronto que eso era, entonces, la lección a aprender: “el universo es grande, somos sólo unos granos de arena pequeñitos y los cuatros elementos pueden hacer con nosotros lo que quieren hacer.” Así el mensaje del Champaqui como lo entendí mientras del viaje. Por eso nos mandó un camino cerrado de matojo con espinas, rayándonos los brazos; por eso nos mandó, en el primer día, un calor insoportable sin posibilidad de recargar nuestras reservas de agua hasta el refugio donde pasamos la noche; por eso nos mandó en la segunda noche niebla y tormentas con lluvias y ráfagas fuertes, los cuales hicieron temblar nuestras carpas por horas; por eso nos mandó un rio a cruzar, hasta las rodillas (o para algunos hasta los ombligos) en agua fría, dejándonos mojados el resto del día; y por eso, cierto, ni nos dio permiso de acercarnos a su cima, que por el mal clima no pudimos subir. Yo disfruté igual - y vi mi meta cumplida. Pero algo me dejó insatisfecha, algo no me cerró bien. Que, normalmente, la naturaleza me enseña en formas más sutiles, no tan evidentes… Ya en las últimas horas de la caminata, y después en el micro me puse a contemplar. Y pensando en todos los momentos lindos y duros del viaje, logré de entender: Antes de cada arbusto espinoso, pozo o piedra resbalosa, había un compañero, advirtiendo “¡ojo, cuídate!”; en realidad, nuestra reserva de agua nunca se acabó, porque siempre había un compañero con un poco más para compartir; la noche tormentosa en las carpas, si lo pienso bien, era una noche de risas compartidas, risas más fuertes que el viento; y enfrentado con un obstáculo como un rio, habían manos de compañeros ayudándole al otro a cruzar. Al final, el Champaqui me enseñó que los cuatro elementos, sí, pueden hacer con nosotros lo que quieren hacer; pero si hay equipo, si hay una sonrisa y la mano de un amigo, todo se puede aguantar más fácilmente. Cierto es que un team, para ser bueno, necesita buenos entrenadores y motivadores. ¡Mil gracias a todo el equipo de Alto Rumbo. Una vez más, su trabajo fue perfecto, lo cual no es fácil, aún más en situaciones extremas! Y ¡mil gracias a mis compañeros de este viaje maravilloso! |
 Yvonne Kienesberger |
