Fotos y Relatos
     

Expedición al Huayna Potosí: Julio 2012
Bolivia


Experiencia 285
 

Tal vez todo sea así: creemos que en derredor hay seres
semejantes a nosotros y, en realidad, sólo hay hielo…”
El desierto de los Tártaros – Dino Buzzati.

Después de catorce viajes con Alto Rumbo no sólo había hielo en la montaña. Éramos doce amigos montañistas disfrutando.
El viaje comenzó con un vuelo de Buenos Aires a La Paz, Bolivia, con escala en Santa Cruz de la Sierra. Del vuelo, hay que decirlo, no creo que nos olvidemos fácilmente, sobre todo cuando el piloto tiró el avión sobre la pista del aeropuerto en Santa Cruz. Fue así, lo tiró, no lo aterrizó. Es más, casi lo dejó abruptamente con bronca, mucha bronca. Finalmente aterrizamos en el aeropuerto de El Alto de La Paz y, tiempos bolivianos mediante, llegamos y nos instalamos en un modesto pero bello y eficaz hotel en la zona más céntrica de la ciudad, a pocas cuadras de la increíble Basílica San Francisco (sólo por su arquitectura y arte vale la pena visitar La Paz). Nos probamos el equipo técnico (botas dobles y grampones) y nos trasladamos a la Cordillera Real, en donde estaba nuestra meta: el Huayna Potosí (6088 msnm). El nombre, en aymara, significa “Cerro joven”. Y eso que está desde hace mucho, y seguirá siendo mucho después de que nosotros no seamos siquiera polvo…
Decir que el Huayna es una montaña bellísima e imponente no es novedad, sobre todo porque algo que Alto Rumbo me tiene acostumbrado es a eso, a buscar destinos (montañas) con esas características. Además de que el entorno natural y cultural es enorme.
La adaptación a la altura comenzó en la zona del Cerro Condoriri, su represa y la Laguna Charcota. No nos cansaron los días de cielos límpidos y las imágenes especulares de las montañas reflejadas en las lagunas. Las llamas nos veían pasar. ¿Si pudieran pensar qué dirían de esta gente caminando sus caminos?
De a poco nos fuimos acercando al Huayna, con noches frías pero sumamente estrelladas (para nuestra suerte la luna era pequeña). El cuarto día, luego de seis horas de caminata, pasando por más de cinco mil metros de altura, agotados, llegamos al refugio del Huayna, gerenciado por su dueño, y contacto local de Alto Rumbo, el “Doctor” Hugo. Un personaje en sí mismo, pero muy atento al grupo y a nuestras necesidades. Un día de descanso en el acogedor refugio (vean las fotos), con duchas, pero inquietos. Todo montañista quiere subir, por más cansado que se encuentre. Práctica en el hielo, con técnicas de cordada (la primera vez para casi todos, salvo los guías), y a subir, finalmente, al refugio de altura, a 5300 metros.
Apiñados en el pequeño cubículo apenas dormitamos un poco y, a la una y media de la mañana, comenzamos el día de cumbre. De ese día recuerdo las bromas producto de la ansiedad y la amistad con Raúl en la cordada, y ver a la madrugada (noche cerrada) desde la montaña la ciudad de El Alto de La Paz iluminada. Los que pudieron hicieron cumbre a 6088 metros en el Huayna. Los que, por salud, por miedo a las griteas, o ambas cosas, por físico, u otras razones íntimas no hicimos cumbre estuvimos expectantes de los demás (como siempre en los días de cumbre con Alto Rumbo). Todos festejamos la cumbre, aunque no lo logramos.
Como premio tuvimos la ciudad de La Paz y sus contradicciones y encantos. El norte, un gran mercado callejero (todo, lo imaginable y aún más, se vende en la calle) y el sur, que se puede confundir con un barrio de clase medio de cualquier ciudad de Argentina. Nos tocó vivir una gran fiesta de comienzo de clases en las universidades en la que durante todo un día, a lo largo de la avenida principal de la ciudad, desfilaron cada facultad con increíbles coloridos y músicas. Pero también nos tocó vivir los festejos conjuntos de la independencia del Perú con los ejércitos de Bolivia y Perú desfilando frente a la Catedral de La Paz.
No podré olvidar el Museo del Oro, o la atrayente Basílica de San Francisco. O la contradicción temporal de ver a las cholitas hablando por celular. Fue mi segunda vez en La Paz, no por ello menos impactante. ¿He de reincidir en mi comentario sobre la profesionalidad y calidez humana de los guías de Alto Rumbo? Todos los que formamos el grupo de “clientes” reicidíamos con ellos en este viaje. En mi caso más de diez veces. No es casualidad. No nos gusta sufrir. Simplemente sabemos lo que Alto Rumbo nos ofrece en cada travesía. Gracias por lo compartido a Gerardo, Pablo, Carlos, Fabián, Mariano, Vivi, Raúl, Juan, Liz, Gaby, Miguel. El viaje fue redondo, como el mundo… (sepan disculpar la broma interna, que quizás sólo el grupo comprenderá…).

 
Fernando Mendez
     

Fue un viaje increíble y cuando la experiencia ha sido tan intensa uno busca organizar mentalmente lo que ha vivido. Pero no resulta simple distinguir entre la emoción por los bellísimos paisajes, el recuerdo del esfuerzo puesto por cada uno de nosotros o las motivaciones individuales para estar allí. Como imágenes fugaces que se suceden irremediablemente, todo se diluye en una única sensación: la de que más allá de cualquier contratiempo valió la pena estar !! Mi cariño para los compañeros de este viaje y gracias a la querida "gente de Alto Rumbo" por el entusiasmo que nos contagian en cada salida.

 
Liz Sister
     

Estamos tratando de asimilar los cambios que se producen cuando se vuelve de tremenda experiencia. Allá por el 7 de julio comencé este viaje por Perú, junto con mi esposa (Liz) visitamos el Machu Pichu, hicimos el camino de los cuatro días, es una experiencia que vale recomendar por lo que se aprecia y lo que se aprende de lo que somos capaces de desarrollar (Imperio Inca) y lo que somos capaces de transformar (Conquista Española y Evangelización Católica).
El 19 de julio nos reunimos con todo el grupo de Alto Rumbo en la Paz (viejos y nuevos conocidos de los senderos de montaña) para iniciar la parte más exigente de esta aventura (Huayna Potosí), desde el encuentro hasta la despedida fue de sentimientos profundos, seguramente dado por el rigor de la experiencia. Es difícil en pocas palabra expresar lo vivido, desde la maravillosa naturaleza que Dios nos brinda, el afianzamiento de mi amor por mi esposa, pasando por los errores cometidos, hasta el convencimiento de que lo importante de la amistad es cuando nos queda ese dulce sabor amargo de la despedida en el aeropuerto de Ezeiza.
El 28 de julio a las 7:12 horas hicimos cumbre con mi esposa y el guía local (eternamente agradecido), aproximadamente 30 minutos después del grupo principal, fue una satisfacción estar allí con la persona que mas amo y quien dejó todo de si para acompañarme, mi agradecimiento a tamaña demostración de amor. Una mención especial al guía local que con sabiduría, experiencia y tolerancia supo como guiarnos a la cumbre.
Para culminar nuestra cuota de adrenalina hicimos el “Camino de la Muerte” y hasta nos dimos el gusto de bajar por espectacular tirolesa por increíbles paisaje.
Por lo vivido y la experiencia asimilada solo me queda agradecer a quienes a través de su trabajo concretan los sueños que nos imaginamos, mis amigos de Alto Rumbo.
A todos los amigos que participaron en esta aventura los tenemos en la memoria y forman parte de nuestros afectos.
Seguramente, si Dios quiere, nuevamente nos encontraremos juntos transitando los senderos de los sueños que imaginamos y que los amigos de Alto Rumbo plasman en la realidad.

 
Juan Vries
 
 
 

 

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